Agua Dulce
Comedia dramática en un
acto
Escrita Por:
FELIPE ACOSTA
Tegucigalpa M.D.C.,
Honduras C.A.
Septiembre, 2007
Todos los derechos reservados
Se prohíbe su reproducción en
cualquier forma, así como el montaje para representaciones públicas o privadas con
fines comerciales, sin el permiso por
escrito del autor.
Agua Dulce
Escrita para el Grupo
Teatral FULASU MAGAIRAWATI (Lugar en el Desierto) de la comunidad de Punta
Piedra, Municipio de Iriona, Colón.
Septiembre 2007
Personajes:
Minerva: Una señora del
pueblo.
Roberto: Amante de
Minerva.
Débora: Hija de
Minerva.
Diego: Esposo de
Minerva.
Doctor
Sambulá:
Médico del Hospital.
Enfermera: del Hospital.
Marcela: Amiga de
Débora.
Ramón: Pretendiente
de Débora.
Mario: Novio de
Marcela.
Registrada en la oficina
Administrativa de derechos de autor y de los derechos conexos (Dirección
General de Propiedad Intelectual), del Instituto de la Propiedad, bajo el
Número 1056, Tomo 6 Folio 271, Resolución No.523/2009.
ESCENA
I
MINERVA
Y ROBERTO
(Encuentro-sospecha)
Muy temprano por la mañana, Minerva va caminando seria
y nerviosa, saluda a algunos vecinos que se cruzan en su camino. Uno de ellos
la saluda y sigue caminando junto a ella, se trata de Roberto, su amante.
ROBERTO:
Hola Minerva.
MINERVA:
Hola, ¿Cómo está?
ROBERTO:
Bien… más o menos… con este tiempo no hemos podido salir a pescar, y ya usted
sabe…
MINERVA:
Sí…
ROBERTO:
¿Y ese milagro que sale usted tan temprano?
MINERVA:
Tengo que hacer un mandado…
ROBERTO:
¿Quiere que la acompañe?
MINERVA:
No, gracias. Nos veremos luego.
ROBERTO:
No… No tengo nada que hacer, no es problema, a menos que…
MINERVA:
Prefiero ir sola.
ROBERTO:
¿Por qué? (Minerva solo niega con la
cabeza) ¿Le pasa algo?
MINERVA:
Nada. Nada que… Mire Roberto, ahora no puedo explicárselo.
ROBERTO:
No la entiendo, usted sabe que si puedo hacer algo por usted, yo con gusto…
MINERVA:
Yo lo sé, pero ahora no hay nada que pueda hacer.
ROBERTO:
¿Puedo visitarla esta noche?
MINERVA:
No, creo que no. Débora está sospechando algo.
ROBERTO:
¿Usted cree? ¿Por qué lo dice?
MINERVA:
Hace días me hizo muchas preguntas. Ya no es una niña y no me gusta tener que
mentirle a mi hija.
ROBERTO:
Puedo llegar cuando ella esté dormida, hace muchos días que no estamos juntos… (Roberto intenta acariciarla, Minerva lo
rechaza) ¿Es que ya no me quiere?
MINERVA:
Alguien podría vernos…
ROBERTO:
Está bien, pero ¿Le pasa algo? Siento que me está escondiendo alguna cosa. ¿Qué
es lo que no puede explicarme?
MINERVA:
¿Por qué hace tantas preguntas?
ROBERTO:
Porque usted sabe que yo… bueno, si usted y yo… nos queremos, puede confiar en
mí.
MINERVA:
Pues por ahora usted tiene que confiar en mí. Y entender que no puedo decirle
nada. Después hablaremos.
ROBERTO:
Pero Minerva…
MINERVA:
Tengo que irme, allí va el bus… (Sale
corriendo hacia el lateral derecho.) Adiós.
ROBERTO:
(Gritando) Adiós, que le vaya bien… (Suspira y queda pensativo por un instante,
finalmente sale caminando por el lateral izquierdo.)
ESCENA
II.
DOCTOR
Y MINERVA
(El
Diagnóstico)
Entran vendedores y peatones, creando un ambiente de
ciudad, vendedores, compradores etc. Se coloca un escritorio con dos sillas,
tras el escritorio se sienta el doctor, que escribe algunas notas. Cuando
desaparece el ambiente de la calle, entra una enfermera con la señora Minerva.
ENFERMERA:
Buenos días, doctor. Con su permiso.
DOCTOR:
Buenos días, adelante, tome asiento por favor. (A la enfermera.) Gracias. (Minerva
se sienta en la silla frente al doctor, mientras éste lee el expediente. A
Minerva.) ¿Cómo ha estado Minerva?
MINERVA:
¡Ay! Doctor no se imagina, como he estado de nerviosa… por el resultado. Se me han venido tantas cosas por la cabeza…
DOCTOR:
Déjeme examinarla. (Le revisa las
pupilas, las amígdalas.) ¿Vive sola? (Le
toma el pulso arterial.)
MINERVA:
No, vivo con mi esposo y mi hija.
DOCTOR:
Ya…
MINERVA:
Mi esposo pasa mucho tiempo fuera, en barcos de pesca.
DOCTOR:
(Le coloca el estetoscopio sobre la
espalda.) Respire profundo. (Minerva
obedece.) Otra vez… (Repite sobre el
pecho.) Ajá… Todo parece estar bien.
MINERVA:
Que alivio, ya me estaba poniendo nerviosa.
DOCTOR:
Dígame… ¿Se había hecho antes una prueba de VIH?
MINERVA:
No… nunca doctor.
DOCTOR:
Pero le explicaron bien cómo se hacía y para qué sirve.
MINERVA:
Sí, doctor, antes de hacerme el examen, una seño me dijo todas esas cosas,
incluso me explicó cómo una se puede cuidar del VIH y también qué cosas se
pueden hacer si el resultado es positivo.
DOCTOR:
Muy bien…
MINERVA:
Doctor, ¿por qué me pregunta eso?
DOCTOR:
Mire, doña Minerva, ya tengo los resultados de la prueba.
MINERVA:
Si ¿Ajá?
DOCTOR:
La prueba dio positiva. (Pausa larga.)
MINERVA:
¿Positiva?
DOCTOR:
Así es. Minerva, Significa que está infectada con el VIH.
MINERVA:
¡Ay, Dios mío, Dios mío, tengo Sida! ¡Dios mío...! tengo Sida.
DOCTOR:
Comprendo como se siente…. (Minerva llora.
Pausa.) Tómese el tiempo que necesite… Estoy aquí para apoyarle…
MINERVA:
(Llorando) ¿Cómo es posible?… ¿Porqué
Dios mío…porqué?… ¿que hice con mi vida, que hice?…tengo Sida, tengo Sida…
DOCTOR:
En este momento no tiene Sida Minerva… está infectada con el VIH, está en la
etapa cuando la persona no presenta síntomas….
MINERVA:
No entiendo Doctor, explíqueme por favor…
DOCTOR:
VIH y SIDA no son lo mismo. VIH es el virus que causa el SIDA. El VIH es un
virus que ataca las defensas de nuestro cuerpo, encargadas de protegernos de
las enfermedades.
MINERVA:
Ya, el VIH es el que se pasa....
DOCTOR:
Y el
SIDA es la etapa cuando la persona infectada con el VIH, ya tiene síntomas o
enfermedades, porque las defensas de su cuerpo están bajas o débiles.
MINERVA: O sea que todavía no tengo
Sida, porque yo no me he sentido enferma.
DOCTOR: Así es, sin embargo desde que la
persona se infecta con el VIH, lo puede transmitir a otra persona. Muchas personas que están infectadas no lo saben, la única forma para
saberlo es haciéndose la prueba del VIH.
MINERVA:
¡Ay, Dios mío! ¡Dios mío! Doctor, mi hija…y mi esposo, ¿cómo se lo digo?
DOCTOR:
¿Su esposo está ahora en la comunidad? ¿Está con usted?
MINERVA:
No… (Llora, pero trata de controlarse.)
Se supone que va a llegar este fin de semana.
DOCTOR:
Es recomendable que el también se haga la prueba.
MINERVA:
¿Es necesario, doctor?
DOCTOR:
Claro que sí. (Pausa.) Minerva,
disculpe la pregunta. ¿Sabe usted si su esposo tiene otra u otras parejas con
quienes tenga relaciones sexuales?
MINERVA:
Supongo que sí... la verdad que no sé.
DOCTOR:
¿Y usted? (Minerva agacha la cabeza y se
lleva las manos a la frente. Trata de ocultar el llanto.) ¿Tiene usted otra
u otras parejas? (Minerva asiente con la
cabeza.) ¿Sí?
MINERVA:
Una… un…
DOCTOR:
¿Y él es casado? ¿O convive con alguien más? (Minerva asiente.) Será necesario que…
MINERVA:
No… Por favor, no.
DOCTOR:
Disculpe, señora, no es mi intención molestarla, imagino cómo se siente. Pero
es necesario que usted comprenda que no puede mantener esto en secreto.
MINERVA:
¿Puedo infectar a mi hija?
DOCTOR:
No. No puede infectar a una persona sólo por convivir con ella. ¿Cuántos años
tiene su hija?
MINERVA:
Débora cumplió 16.
DOCTOR:
¿Y está estudiando?
MINERVA:
Si, en el centro básico, está en noveno grado.
DOCTOR:
Entonces ella debe haber recibido ya charlas sobre el VIH y el SIDA.
MINERVA:
Sí… creo que sabe más que yo. Cuando yo estaba en el colegio, a nosotras nunca
nos hablaban de eso.
DOCTOR:
Desgraciadamente así era. Mire Minerva, ahora vamos a darle toda la ayuda que necesite,
la voy a referir a un programa de atención a personas que viven con VIH, se
llama Centro de Atención integral, donde le van hacer exámenes para ver que
tipo de tratamiento necesita, además de apoyo emocional.
MINERVA:
Gracias, Doctor, voy a seguir todas sus indicaciones…
DOCTOR:
Y aunque sea difícil es importante que hable con su esposo.
MINERVA:
No se como voy hacer… lo único que le puedo prometer es que voy a hablar con
él, pero no sé si va a querer venir.
DOCTOR:
Hágalo cuando usted se sienta preparada, porque sólo usted sabe como cual va a
ser su reacción.
MINERVA:
No sé... no sé como voy hacer para decírselo.
DOCTOR:
Debe saber que la ley del VIH Sida, pide que toda persona infectada con el VIH,
se lo diga a su pareja o a la persona con quien va a tener relaciones sexuales.
MINERVA:
¿Por qué? ¿Por qué a mí?
DOCTOR:
(Comprensivo) Todos estamos
expuestos, Minerva….Toda persona que tiene relaciones sexuales sin usar condón
está en riesgo de infectarse con el VIH.
MINERVA:
Me imagino que sí. Yo nunca me imaginé, que mi esposo, o... él, lo conozco hace
tiempo.
DOCTOR:
El riesgo de infectarse no depende de con quien tenga relaciones sexuales,
puede ser con personas conocidas o desconocidas; sino que es por tener
relaciones sin protección. (El Doctor, escribe
en un papel y se lo entrega a Minerva)
MINERVA:
Sí, lo entiendo.
DOCTOR:
Esta es la hoja de referencia, al centro de atención integral, la enfermera le
va explicar…
DOCTOR:
(Llamando en voz alta hacia el lateral.)
¡Juanita!
ENFERMERA:
(Entrando.) ¿Sí, doctor?
DOCTOR:
Acompañe a doña Minerva. (A la enfermera,
a quien le entrega el expediente, mostrándole el diagnóstico.)
ENFERMERA:
Sí, doctor. Por aquí señora.
MINERVA:
Gracias. Gracias doctor, con permiso.
(Minerva y la enfermera salen por el lateral
izquierdo. El Doctor sale por el lateral derecho.)
ESCENA
III.
DEBORA,
MINERVA Y DIEGO
(La
Confesión)
Débora entra cantando, coloca un mantel sobre la
mesa/escritorio y la coloca al centro del escenario, mientras canta, trae una
tercera silla y coloca las tres alrededor de la mesa. Minerva le pasa tres
vasos y cubiertos saliendo nuevamente de escena, Débora los coloca en la mesa.
Minerva entra con un pichel de refresco, cuando va a colocarlo sobre la mesa,
se le cae, tirando todo el líquido al piso.
MINERVA:
¡Oh, no! ¡Dios! (Se lleva las manos a la
cabeza.)
DEBORA:
¡Mamá! ¿Qué…? ¿Qué pasó?
MINERVA:
Traé un trapeador. (Débora sale. Minerva
recoge el pichel y se sienta en una de las sillas. Está muy nerviosa, casi a
punto de llorar. Débora regresa con el trapeador y comienza a limpiar.)
DEBORA:
¿Qué le pasó mamá?
MINERVA:
(Molesta.) ¡Se me cayó el pichel!
DEBORA:
Pero…
MINERVA:
(Grita.) ¡Pero nada! ¡Se me cayó el
pichel, eso es todo! (Pausa.)
DEBORA:
(Mientras sigue trapeando.) Pero yo
no tuve la culpa.
MINERVA:
¿Qué?
DEBORA:
Digo que yo no tuve la culpa, no entiendo por qué me grita. (Pausa.)
MINERVA:
Es cierto hija, disculpame. (Se levanta,
toma el pichel y se dispone a salir.)
DEBORA:
Mamá...
MINERVA:
(Deteniéndose, pero sin dar la cara a
Débora.) ¿Sí?
DEBORA:
¿Qué le pasa?
MINERVA:
Nada… No me pasa nada… debe ser que me va a dar gripe… (Sale. Débora termina de trapear. Minerva regresa con el pichel lleno.)
Vamos a tener que tomar agua, ya no quedaron más limones.
DEBORA:
¿Quiere que le compre algunas pastillas?
MINERVA:
¿Qué?
DEBORA:
¿Qué si quiere que le compre algunas pastillas? (Minerva niega con la cabeza. Pausa.) Desde que fue al hospital ha
estado nerviosa, distraída. ¿Qué le pasa mamá?
MINERVA:
Nada mi niña… problemas… cosas de…
DEBORA:
¿De qué, de quién?
MINERVA:
Cosas de grandes… Por ahora prefiero no…
DEBORA:
Mamá, tal vez yo no sea toda una mujer, pero ya no soy una niña.
MINERVA:
Ya lo sé. En eso pensaba hace unos días.
DEBORA:
Usted me dice que somos amigas y que confíe en usted. Y si somos amigas… ¿Por
qué no confía en mí?
MINERVA:
No es eso mija…
DEBORA:
¿Entonces?
MINERVA:
Es que no sé como explicártelo… como… no sé ni como empezar.
DEBORA:
Podría empezar por… por el principio.
MINERVA:
(Abrazando a Débora.) Ahhh, mi niña…
Sí, sí, ya sé que no sos una niña, pero para una madre sus hijas siempre lo
serán. (Minerva se sienta y se sirve un
vaso con agua. Toma un sorbo.) Creo que… en este caso debo empezar por el
final. Estoy enferma… Yo…
DEBORA:
¿Que? ¿Qué tiene?
MINERVA:
Tengo SIDA. Bueno, no; el doctor dice que ahora solo tengo el VIH. Que el SIDA
puede aparecer en meses o en años, que sé yo.
DEBORA:
Sí, eso nos lo han explicado en el colegio. Pero, mamá… ¿Cómo pasó?
MINERVA:
¿Cómo? También te lo deben haber explicado. Tu papá… (Pausa.) o yo… tuvimos relaciones sexuales con alguien que ya tenía
el virus. Quizá nunca sepamos exactamente quién o cuándo.
DEBORA:
Mamá... ¿y mí papá ya lo sabe?
MINERVA:
Me imagino que no. No creo que me lo haya ocultado.
DEBORA:
¿Se lo va a decir ahora?
MINERVA:
Sí. (Se pone de pie.) Tengo que
hacerlo, tenemos que ir juntos al hospital. (Se
dispone a salir.)
DEBORA:
¡Mamá! (Minerva se detiene y se vuelve.
Débora se le acerca y la abraza. Pausa.)
DIEGO:
(Entrando, coloca una maleta a un lado.)
¡Hola familia!
DEBORA:
(Va a abrazarlo, tratando de disimular.)
Hola papá.
DIEGO:
(Besando a Débora.) ¿Cómo está mi
niña? (Saludándola con un beso y un
abrazo.) ¿Cómo está la señora de la casa? (Minerva trata de sonreír, nerviosa. Pausa.) ¿Qué pasa? ¿Se murió
la abuela?
MINERVA:
¡No, por Dios! Anda a lavarte, vamos a comer. (Sale.)
DIEGO:
¿Y entonces? (Saliendo.) ¿Por qué esas caras largas? (Minerva regresa con dos platos de comida
que le entrega a Débora.)
MINERVA:
La abuela ya está mejor. Seguramente va a vivir muchos años. (Mientras sale.) Mientras siga con
ánimos para pelear y para comer, no hay de qué preocuparse.
DIEGO:
(Entrando.) Eso es bueno. (Se sienta y prueba un bocado.) Y esto
también. ¿Ah? (Minerva regresa con el
tercer plato y se sienta.) ¿Y cómo han ido las cosas por aquí? En el mar
cada vez hay que ir más lejos para conseguir buena pesca. (Silencio. Minerva y Débora permanecen calladas. A Débora.) ¿Y cómo
van las cosas en el colegio?
DEBORA:
Bien. (Pausa.)
DIEGO:
¿Bien? ¿Sólo bien, así nomás?
DEBORA:
Sí… bien… (Pausa. Débora sigue comiendo
sin ver a Diego. Diego ve a Minerva y esta se encoge de hombros y le quita la
mirada.)
DIEGO:
Bueno, ¿qué se traen ustedes dos? Siempre han sido muy platicadoras y hoy están
más calladas que un mudo en la procesión del silencio. (Débora y Minerva se ven una a la otra, ambas voltean hacia Diego y
luego cada una a su plato de comida.) Creo que me equivoqué de casa. (Va a levantarse de la mesa.) Con
permiso…
MINERVA:
No… (Diego se detiene, tras una pausa
vuelve a sentarse.) es que…
DIEGO:
Es que, es que, ¿qué?
DEBORA:
(Sirviendo un vaso con agua para su papá.)
A mamá se le cayó el refresco que hizo y sólo hay agua para tomar. (Coloca el vaso frente a Diego. Diego agarra
el vaso, lo observa, prueba un poco de agua y comienza a reír, cada vez más…
Débora y Minerva se contagian de la risa y comienzan a reír.)
DIEGO:
¿Eso es todo? (Parando de reír. Débora y
Minerva vuelven a ponerse serias. Pausa.) ¿Saben qué? No les creo. No les
creo nada. (Continúa comiendo. Pausa.)
MINERVA:
(Le cuesta decirlo) Diego... es que
estoy... estoy… estoy enferma…
DIEGO:
Bueno, mi amor, pues deberías ir al centro de salud.
MINERVA:
Ya fui al Hospital.
DIEGO:
¿Y? (Toma un sorbo de agua.)
MINERVA:
La prueba del VIH me salió positiva.
(Diego se atora con el agua, comienza a toser. Débora y Minerva se levantan a
ayudarlo, hasta que finalmente se calma.) ¿Estás bien? (Le ayuda a sentarse. Diego aparta el plato de comida) ¿Diego,
estás bien?
DIEGO:
¿Qué creés, Minerva?
MINERVA:
No, supongo que no.
DIEGO:
Débora... mija, por favor nos podés dejar solos.
DEBORA:
Pero, papá…
MINERVA:
Ella ya lo sabe, se lo dije hace un rato. Mirá Diego, yo creo que Débora
entiende más que nosotros de esto.
DIEGO:
Puede ser… Pero primero debemos hablar nosotros. Esto es cosa de marido y mujer…
después hablamos los tres.
DEBORA:
Pero, papá…
MINERVA:
Bueno, en eso tu papá tiene razón. Llevá los platos a la cocina… Por favor. (Débora toma los platos y cubiertos. Se dirige
a la cocina. Se detiene, regresa hasta donde esta su padre y le da un beso en
la mejilla. Sale. Pausa. Diego se levanta y golpea la mesa.) Entiendo que
estés enojado.
DIEGO:
¿Enojado? (Calmado.) Podría tirar la
casa a puñetazos.
MINERVA:
Esto… para nosotros ya no tiene remedio. Pero ya lo ves, tenemos una hija maravillosa
que nos quiere mucho.
DIEGO:
Lo sé. (Se sirve más agua y la toma.)
Estando en el mar, estamos rodeados de agua, de agua salada… El agua dulce se
vuelve el más valioso tesoro. Y cuando estamos aquí no le damos tanta
importancia.
MINERVA:
No te entiendo… ¿Por qué me decís eso?
DIEGO:
Lo dijo el capitán del barco, a mí no se me había ocurrido. Tres de los otros
marinos también están viviendo con VIH. Incluso hay uno más que no pudo ir a
esta pesca porque ya tiene los síntomas del SIDA y estaba muy mal. Tuvieron que
internarlo en el hospital.
MINERVA:
La enfermera me dijo que hay mucha gente viviendo con VIH y con SIDA, pero que
no lo dicen por miedo a que los rechacen o les digan algo malo.
DIEGO:
El capitán lo compara con lo que tenemos en nuestras casas. Somos tan felices
con lo que tenemos, que nos parece que la felicidad nunca se va a terminar, y
entonces la cambiamos por el placer. Es como ir echando barriles de agua salada
en los tanques de agua dulce.
MINERVA:
¿Qué pensás de esto Diego?
DIEGO:
La verdad es que después de lo que hablamos en el barco con el capitán, no me
sorprende. Más bien pensaba que había tenido suerte de no…
MINERVA:
El Doctor quiere que vayamos juntos a consulta… quiere hablar con los dos. Y
tienen que hacerte también la prueba.
DIEGO:
¿Cuándo?
MINERVA:
Podríamos ir el martes.
DIEGO:
(Pausa.) Está bien, vamos a ir
juntos. (Se levanta y toma la maleta, se
encamina con ella hacia el interior de la casa. Se detiene y extiende su mano a
Minerva, esta le da su mano y salen juntos.)
ESCENA
IV.
DEBORA,
MARCELA Y RAMÓN
(Entre
Amigos)
Débora y Marcela entran corriendo al comedor. Vienen
contentas y cansadas. Traen los materiales para elaborar un par de pompones
cada una: Palillos, papel, pegamento y tijeras.
MARCELA:
Ufffff. Ya no aguantaba más. Regalame un vaso con agua.
DEBORA:
(Saliendo a traerla.) Sí, ya vengo.
MARCELA:
¿Creés que nos salga bien la coreografía?
DEBORA:
(Desde afuera.) Yo creo que sí.
MARCELA:
Nunca pensé que hubiera que ensayar tanto. Cuando uno ve las coreografías ya
hechas, parece tan fácil.
DEBORA:
(Entrando con el agua.) Si todas le
ponemos interés, por lo menos no va a ser tan difícil.
MARCELA:
Eso es cierto, ojalá que todas lleguemos a los ensayos, ya ves que con dos que
faltaron ayer, perdimos hoy un montón de tiempo. Débora, ¿y tu mamá?
DEBORA:
No está, salió con mi papá.
MARCELA:
¿Y eso?
DEBORA:
Tenían que ir al hospital.
MARCELA:
¿Alguno de ellos está enfermo?
DEBORA:
Más o menos… ¿Y Mario?
MARCELA:
Allí está. Ahora pasa insistiendo en que quiere que yo le dé la prueba.
DEBORA:
¿La prueba? ¿Prueba de qué, vos?
MARCELA:
Ay, mija… Y de qué va a ser pues: la prueba de amor.
DEBORA:
O sea que quiere…
MARCELA:
Ajá… Pero lo voy a hacer sufrir un poco, que sufra, mijita…
DEBORA:
O sea que... ¿¡Pensás… darle esa tal prueba?!
MARCELA:
Ay, pero ¿porqué ponés esa cara de asustada?
DEBORA:
No sé… creo que no deberías. Ya ves lo que nos han explicado sobre esas
enfermedades que se transmiten por relaciones sexuales, y del VIH y el SIDA.
MARCELA:
Sí, ya sé… pero ya nos pusimos de acuerdo en usar condón.
DEBORA:
Aún así, Marcela…
MARCELA:
¡Ay, Débora…! ¿No me digás que vos te has dejado asustar por esos cuentos?
DEBORA:
No creo que sean cuentos.
MARCELA:
Bueno, pero tampoco es para tanto…
DEBORA:
¿Vos sabes si Mario ya tuvo relaciones sexuales con otras muchachas?
MARCELA:
Él me ha dicho que no, pero yo sé que sí. Me lo contó un chavo que fue
compañero de él, en el primero de bachillerato.
DEBORA:
¿Y no te da miedo?
MARCELA:
¿Qué cosa?
DEBORA:
Eso... que ya haya tenido relaciones y a saber si puede tener una enfermedad.
MARCELA:
Que yo sepa, sólo fue una vez.
DEBORA:
¿Y sabías que con una vez es suficiente para agarrar una infección? Además no
podés estar segura de que sólo fue una vez, ni siquiera de que solo fue con una
muchacha.
MARCELA:
Bueno, claro que no, pero…
DEBORA:
¿Sabés que Mario es de los que dicen que sólo se casaría con una chava que
fuera virgen?
MARCELA:
Bueno, casi todos dicen lo mismo.
DEBORA:
¡Ajá! Y entonces si Mario no se casa con vos… ¿Qué pasaría?
MARCELA:
¿Qué? No te entiendo.
DEBORA:
Que nadie va a querer casarse con vos… porque ya no vas a ser virgen.
MARCELA:
Vos estas exagerando las cosas…
DEBORA:
Si… ya sé… al final todas se casan, y las que se quedan solteras no es por
eso. (Ambas
se ríen.) Pero creo que no deberías darle ninguna prueba. Vos podrías
pedirle a él que si de verdad te quiere, se espere a que se casen para dormir
juntos.
MARCELA:
¿Vos crees que aguante ese rollo?
DEBORA:
Y si no, mijita… no te habrás perdido de gran cosa. Además, si se va es porque
no te conviene.
MARCELA:
No sé… La verdad es que Mario me gusta mucho… y… bueno, ¿y por qué estás ahora
tan… tan así? Ya te pareces a las profesoras o a nuestras mamás.
DEBORA:
Sólo es lo que pienso. Y ahora estoy segura de que hay una mejor cosa para
cuidarse y que es más segura que usar el condón.
MARCELA:
¿Sí? ¿Cuál vos?
DEBORA:
No tener relaciones con nadie.
MARCELA:
Ay, mamita. ¿Y si ya estás casada?
DEBORA:
Entonces hay que ser fiel.
MARCELA:
Uy, con estos hombres de por aquí, está difícil.
DEBORA:
Sí, pero acordáte que tenemos los mismos derechos y deberes. Los hombres y las
mujeres somos iguales.
MARCELA:
O sea que si ellos son infieles, nosotras también tenemos derecho a…
DEBORA:
¡No, Marcela, la cosa no es así!
MARCELA:
Ay, me asustaste vos…
DEBORA:
Quiero decir que si ellos tienen derecho a “exigirte” que seas virgen y fiel,
nosotras también tenemos derecho a exigir lo mismo de ellos. ¿Entendés?
MARCELA:
Supongo que…
DEBORA:
Allá viene Ramón. Ya se me había olvidado que dijo que iba a venir.
MARCELA:
¿Y qué? ¿Lo vas a aceptar? A todas nos ha dicho que quiere que vos seas su
novia. Y si vos lo dejás ir, hay muchas que lo quieren.
DEBORA:
Todavía no sé. Si lo llego a aceptar, ojalá que no me vaya a pedir ninguna
prueba, porque eso sí es algo que yo no estoy dispuesta a dar. (Las dos se ríen.)
RAMÓN:
(Asomándose.) Hola… hola. ¿Se puede?
¿Qué ondas?
DEBORA:
Sí, claro, pasá adelante. (Ramón saluda a
ambas.)
RAMON:
¿Y qué tal estuvo el ensayo hoy?
MARCELA:
Cansadísimo, Ramón, cansadísimo.
DEBORA:
Pero muy bien. ¿Y a vos cómo te fue en el colegio?
RAMON:
Pues fijáte que en la clase de música me aprendí dos acordes nuevos.
MARCELA:
¿Y qué clases estás llevando vos?
RAMON:
De guitarra. Es que el profesor de música nos esta enseñando a tocar la
guitarra.
DEBORA:
Y Ramón aprende rápido, ya sabe acompañar algunas rolas.
MARCELA:
¿Ah, sí? No me habías contado. (Codeando
a Débora.) Ya vas a tener quién te traiga serenata… (Débora y Ramón sonríen tímidamente, mientras Marcela canta una estrofa
de una canción romántica muy conocida y
ríe.)
RAMON:
Claro. ¿Y qué?, ¿vamos a ir a tomarnos un fresco?
DEBORA:
No, no puedo, mis papás no han regresado y además, con Marcela tenemos que
terminar los pompones hoy mismo.
RAMÓN:
¿Les puedo ayudar?
MARCELA:
Por favor, Ramón, que si no, no vamos a terminar nunca…
DEBORA:
Pero mejor los terminamos en el patio, aquí hace mucho calor. (A Ramón.) Sí… me ayudás a sacar la
mesa…
RÁMON:
Claro. (Ramón saca la mesa, mientras
Débora y Marcela sacan las sillas y los materiales. Marcela le hace gestos a
Débora sobre lo fuerte que es Ramón, ambas ríen.)
ESCENA
V.
MINERVA
Y ROBERTO
(La
pelea)
Minerva, viene cargando leña, a su lado viene Roberto.
ROBERTO:
Así que usted arruinó mi vida, y ahora quiere echarme la culpa.
MINERVA:
No, Roberto. Ni yo he arruinado su vida, ni lo estoy culpando de nada; pero
tampoco venga a hacerse la víctima, aquí los dos ya somos personas adultas.
ROBERTO:
Eso me pasa por meterme con una mujer como usted.
MINERVA:
(Tira la carga de Leña y saca un machete
que le levanta a Roberto, este retrocede.) ¡Ah, no! ¡Tenga cuidado con lo
que dice! ¿Ya se le olvidó todo lo que hizo y lo que dijo para conquistarme?
¿Ya no se acuerda de los regalitos y los piropos?
ROBERTO:
¡Claro! Pero eso lo hice porque usted me tenía embrujado.
MINERVA:
Aquí no hay brujería que valga. Tanto usted, como yo y como mi marido nos
equivocamos. Como dice el capitán del barco en el que trabaja Diego: cambiamos
la felicidad por el placer, y ahora estamos pagando el precio. Lo que más me
pesa es que tengan que pagar algunas personas que no deben nada. (Pausa.) Su esposa, por ejemplo.
ROBERTO:
No vaya a atreverse a decirle nada.
MINERVA:
Entonces tenga el valor de decírselo usted mismo. (Guarda de nuevo el machete.)
ROBERTO:
Eso lo decido yo.
MINERVA:
Ella tiene derecho a saberlo, y si usted no se lo dice… (Levanta la carga.)
ROBERTO:
Mire, Minerva, no juegue conmigo, no hay que hurgar al tigre con vara corta.
MINERVA:
(Vuelve a colocar la carga en el suelo.)
De nada le va a servir amenazarme, yo ya les di en el hospital su nombre y su
dirección. Si usted no se presenta van a venir a buscarlo. ¿Y qué va a hacer?
¿Se va a ir de la comunidad? Como si su mujer no tuviera el gran familión. No
sea tonto Roberto, tarde o temprano alguien se lo va a decir. A ella y a todas
las mujeres con que usted se ha acostado. (Levanta
la carga.)
ROBERTO:
¡Usted qué sabe!
MINERVA:
Ahora sé muchas cosas que hubiera querido saber antes (Vuelve a poner la carga en el suelo.), pero no es tiempo de
lamentarse. (Se seca el sudor de la
frente.) Lo primero es lo primero, si usted no los pone en aviso, hasta sus
propios hijos e hijas podrían ser los próximos en tener esta enfermedad.
ROBERTO:
Yo sólo le digo que no la quiero ver cerca de mi casa, porque…
MINERVA:
Y yo le repito que de nada le sirve andar amenazándome. Lo hecho, hecho está.
Mejor ayúdeme a cargar la leña.
ROBERTO:
Que le venga a ayudar su marido. (Sale
apresuradamente.)
Minerva cierra los ojos y levanta su cara hacia
arriba, Respira hondo y exhala el aire con fuerza. Levanta la carga de leña, se
la coloca en la espalda y sale.
ESCENA
VI.
MARCELA,
MARIO Y DEBORA
(
Un grupo de muchachas, incluidas Débora y Marcela,
hacen una coreografía de danza, acompañadas de tambores y otros instrumentos.
Mario está en la esquina derecha al frente del escenario, observando. Ramón en
la esquina a la izquierda. Al finalizar, Marcela va hacia Mario y Débora hacia
Ramón. El resto de las muchachas y los músicos se felicitan entre ellos. Cada
pareja se abraza, Mario y Ramón felicitan a sus novias. Mario y Marcela se
trasladan al centro del salón mientras
los demás salen.
MARCELA:
¿Y entonces, Mario? ¿Qué te pareció?
MARIO:
Estuviste preciosa, mi amor.
MARCELA:
Gracias, me alegra que te haya gustado.
MARIO:
Mucho, y vos fuiste la mejor.
MARCELA:
No es cierto, pero gracias.
MARIO:
¿Entonces, vamos?
MARCELA:
¿A tomar un refresco?
MARIO:
Claro, y después, más que eso… Acordáte que hoy es el día.
MARCELA:
¿El día?
MARIO:
Sí, me prometiste que hoy ibas a demostrarme cuanto me amás, cuanto me querés.
MARCELA:
Pero mi amor, todos los días te lo demuestro.
MARIO:
Si, pero hoy prometiste darme una muestra… especial. (Intenta besarla en la boca. Marcela lo esquiva.) ¿Qué pasa?
MARCELA:
Es que lo he pensado mejor y… Vos mismo has dicho que querés casarte con una
muchacha que sea virgen. ¿No es cierto?
MARIO:
Sí… Y ya te he dicho que me gustaría casarme con vos…
MARCELA:
Si es cierto… entonces… Yo también quiero llegar virgen a mi matrimonio. Y
aunque me hubiera gustado que mi novio también fuera virgen, pues, bueno… yo sé
que vos ya no sos virgen, pero no me importa.
MARIO:
Mi amor, ya hemos hablado antes de eso…
MARCELA:
Sí, pero Débora tiene razón, si vos en verdad…
MARIO:
¡Débora! ¿Qué tiene que ver Débora en esto?
MARCELA:
Nada, sólo hemos platicado.
MARIO:
¡Ya! Y es más importante lo que piensa Débora, que lo nuestro…
MARCELA:
No, no es eso.
MARIO:
¿Entonces qué es? ¿Por qué ahora no vas a cumplir tu promesa?
MARCELA:
Porque yo te amo. Y la mejor manera de probártelo será casándome con vos,
llegando virgen al matrimonio, como vos querés. (Mario no sabe que decir.)
DEBORA:
(Apareciendo por un extremo.)
Marcela, Mario, vamos. Nos van a dar un refrigerio. ¡Vamos! (Se queda esperándolos.)
MARIO:
¿Sabés qué? Podrías casarte con Débora.
MARCELA:
¿Qué? (Mario Sale por el otro extremo.
Marcela queda sola al centro, se ven con Débora.)
DEBORA:
(Llegando hasta Marcela.) ¿Qué pasó?
MARCELA:
(Lo piensa por un instante.) Tenías
razón. No vale la pena. (Se abrazan.)
Vamos.
DEBORA:
(Sonriendo.) Vamos. (Ambas salen corriendo.)
ESCENA
VII.
DOCTOR,
DÉBORA, DIEGO Y MINERVA.
(La
convivencia)
Entran vendedores y peatones, creando un ambiente de
ciudad: Vendedores, compradores. etc. Se coloca un escritorio y cuatro sillas,
tras el escritorio se sienta el doctor, que escribe algunas notas. Cuando
desaparece el ambiente de la calle, entra una enfermera.
ENFERMERA:
Doctor.
DOCTOR:
¿Si?
ENFERMERA:
Aquí esta doña Minerva, con su esposo y su hija.
DOCTOR:
Bien. Dígales que pasen.
ENFERMERA:
Pasen por favor.
DOCTOR:
Buenos días… pasen adelante, tomen asiento. (Les
da la mano a los tres.)
MINERVA:
Gracias.
DIEGO:
Con permiso.
DOCTOR:
(Cuando estrecha la mano de Débora.)
Así que esta es la famosa Débora.
DEBORA:
Mucho gusto doctor.
DOCTOR:
El gusto es mío.
MINERVA:
Disculpe, Doctor, le hemos traído un pequeño regalo, usted ha sido muy amable
y… bueno, son unos panes de coco.
DOCTOR:
Pan de coco, me encanta, y a mi esposa también.
MINERVA:
Lo hice yo misma, Débora me ayudó, dentro de poco, ella sola podrá prepararlo.
DOCTOR:
¿Ah, sí? ¿No le importa si pruebo un poco ahora mismo? Algunos pacientes se
quejan si el médico está comiendo mientras trabaja. Y tienen razón, pero…
MINERVA:
No, para nada, por favor. Por nosotros puede comérselos todos ahora mismo.
DOCTOR:
Eso sí que no. Si mi esposa se diera cuenta que no le dejé nada, me mata. (Todos ríen. El doctor comienza a comerse
una pieza.) Ummm. ¡Sabroso! Las felicito, son unas grandes cocineras.
DIEGO:
En eso tiene usted razón, me consta.
DOCTOR:
Me encantaría ofrecerles una taza de café, pero no tenemos. ¿Quieren un vaso con
agua?
MINERVA:
Para mí, sí, gracias. (Diego y Débora
dicen que no.)
DOCTOR:
(Sirve un vaso con agua para Minerva y
otro para él.) Pues bien, primero, ¿cómo se han sentido?
DIEGO:
Pues ahí, pasándola doctor. Con todo y todo, creo que bastante bien, todo
normal.
MINERVA:
Yo también doctor. Bien gracias.
DOCTOR:
Pues me alegra mucho. No sé si ya se los dijeron, pero el próximo fin de semana
habrá una actividad para familias en donde hay personas viviendo con VIH y creo
que sería conveniente que ustedes participaran en ella. ¿Qué les parece?
DIEGO:
Sí… claro que sí, todavía estaré en la comunidad unas cuatro semanas antes de
embarcarme.
DOCTOR:
Bien, entonces cuando terminemos se anotan con la enfermera, ella les dará
todos los datos. En esa actividad y en algunos folletos que voy a darles,
encontrarán mucha información y algunas aclaraciones a las dudas que puedan
tener. Sin embargo, yo quisiera saber si ustedes tienen algunas preguntas o
preocupaciones que yo mismo pueda aclararles. A ver, por ejemplo, Débora: ¿Te
han dado en el colegio información sobre el VIH y el SIDA?
DEBORA:
Sí, nos han dado algunos talleres y charlas.
DOCTOR:
¿Entonces tenés claras las formas de transmisión? O ¿Creés que viviendo con tus
papás podés infectarte con el virus?
DEBORA:
No, yo sé que no. El VIH solo se transmite por relaciones sexuales sin
protección, por transfusiones de sangre, por uso de jeringas o agujas
contaminadas… o por picadas de zancudos. (Minerva
y Diego ven extrañados a Débora.)
DIEGO:
¿Los zancudos pueden transmitir el VIH? (Débora
se ríe.)
DOCTOR:
No, los zancudos NO pueden transmitir el VIH.
DEBORA:
(Riendo.) Sólo estaba bromeando.
MINERVA:
¡Débora, no jugués con el doctor! (El
doctor, le hace un gesto a Minerva que todo está bien.)
DEBORA:
Ningún animal puede tener ni transmitir el VIH, por eso se llama Virus de
Inmunodeficiencia Humana, porque sólo los humanos pueden tenerlo.
DOCTOR:
Muy bien, pero se te olvidaron dos formas de transmisión… De la madre…
DEBORA:
Ah, sí, de la madre embarazada a su hijo o hija que puede ser… en el embarazo,
en el parto o cuando le da pecho o leche materna.
DOCTOR:
¡Exacto! Hacer las cosas cotidianas NO hace que una persona se infecte con el
VIH. Podemos compartir los mismos platos, vasos y cubiertos, ponernos la misma
ropa… y lo más importante podemos abrazarnos y besarnos.
DEBORA:
(Poniéndose triste.) Yo lo sé.
DOCTOR:
¿Entonces, porque te ponés triste?
DEBORA:
Porque yo sé que cuando se presente el SIDA, se van a poner mal y…
MINERVA:
(Abrazando a Débora.) Hija…
DOCTOR:
Si, es cierto… pero tus padres se están cuidando y están siguiendo todas las
indicaciones médicas.
DIEGO:
¿Entonces por qué mucha gente muere de Sida?
DOCTOR:
Porque se han dado cuenta que están infectados del VIH, cuando ya tienen
enfermedades, o sea cuando ya tienen Sida, y porque no buscan tratamiento
médico.
MINERVA:
Sobre todo porque no tienen autocuidados, ¿verdad? Doctor.
DOCTOR:
Así es, los cuidados en la alimentación, el evitar reinfectarse, eso ayuda bastante en la vida de las personas
infectadas por VIH.
DIEGO:
Sí… claro que sí… ¿Y yo puedo seguir trabajando normalmente, verdad?
DOCTOR:
Por supuesto. Y recuerden que tienen que alimentarse bien, y eso no quiere
decir que tienen que comer mucho, sino que tienen que comer cosas saludables.
DEBORA:
¿Cómo cuáles, doctor?, por ejemplo.
DOCTOR:
Muchas verduras… tomates, brócoli, zanahorias… Frutas de todo tipo. Claro todo tiene que ser bien cocido. No deben
comer comida que venden en la calle, porque no se sabe como la han preparado… Justo en la actividad del fin de semana les
van a proporcionar más información sobre eso.
MINERVA:
Caramba, cuantas cosas que no sabemos y que tenemos que aprender.
DIEGO:
Oiga, doctor, ¿Pero siempre puedo comerme mi buena sopa marinera y mi
cervecita?
DOCTOR:
Por supuesto, el pescado y los mariscos son buenos alimentos, con el cuidado de
que sean frescos y bien cocidos. Si creen que algo puede estar descompuesto o
contaminado es mejor no comerlo. Y en cuanto a las cervecitas o el trago, con
eso si debe ser cuidadoso. Recuerde que el alcohol y el tabaco le hacen daño al
cuerpo. Así que no conviene que fume ni que tome alcohol.
DIEGO:
(Resignado.) Así será… gracias a Dios
aún nos queda (Viendo a Minerva a los ojos.)
agua dulce.
MINERVA:
Y bien que vale la pena por…
DOCTOR:
Por la salud, por los amigos, por la familia, por nuestros hijos… por el amor. (El Doctor se pone de pie. Débora se acerca
y lo abraza. Diego y Minerva se abrazan.)
ESCENA
VIII.
TODOS.
(Celebración)
Suena un caracol como un anuncio, luego tambores y a
escena van entrando los actores y músicos, todos cantan la canción final:
VAMOS
HERMANOS A DERROTAR LA IGNORANCIA
VAMOS
A SALVAR NUESTRAS VIDAS
CON
AMOR, CON LA VERDAD.
NO
HAY ENFERMEDAD QUE NOS PUEDA DERROTAR
SI
SOMOS CONSCIENTES DE UNA REALIDAD
EL
AMOR ES MÁS IMPORTANTE QUE EL PLACER
ES
ALGO QUE DEBEMOS APRENDER.
FIN
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