jueves, 4 de mayo de 2023

SUCEDIÓ EN EL CONDADILLO (TEXTO)

 


Sucedió en El Condadillo

 

 

Comedia dramática en un acto

 

 

 

 

Escrita Por:

FELIPE ACOSTA

 

 

 

 

Tegucigalpa M.D.C., Honduras C.A.

Septiembre, 2007

 

 

 

Todos los derechos reservados

Se prohíbe su reproducción en cualquier forma, así como el montaje para representaciones públicas o privadas con fines comerciales,  sin el permiso por escrito del autor.

 


Sucedió en El Condadillo

 

Estrenada el 23 de julio del 2008  por el Grupo Teatral Café, del Instituto Pedro Nufio del Municipio de San Andrés, Lempira

 

Personajes y Elenco

(Por orden de aparición)

 

Narrador: Dr. Manuel Soto: Marco David Gómez.

Narradora: Enfermera Yolanda Vargas: Maritza Yamileth Cáceres

Justo, Vendedor de frijoles:  Ramón Renato Sánchez

Toño, Vendedor de carne: Raúl Gómez

Serafín, Comprador: Reynaldo López

Salvador, Comprador: Ermis López

Personaje del Bosque, José: Owen Abisai Paz

Personaje del Bosque, Vendedor de ropa, Isidro: Sebastián Pineda

Personaje del Bosque, Francisco, Comprador: Fredi Donaldo Mejía

Personaje del Bosque, Ciriaco, Vendedor de papas: Mercedes Díaz

Personaje del Bosque, Demetrio, Vendedor de dulce: Juan José Hernández

Personaje del Bosque, Alejandro, comprador: Rudi Saul Perdomo

P. del Bosque, Paula, Vendedora de tamales: Vanessa del Rosario Vásquez

Personaje del Bosque, Vendedor de achinería: Victor Emilio Hércules

Personaje del Bosque, Elena, Vendedora de tortillas: Ana Carolina Gómez

Personaje del Bosque, Alicia, Vendedora de Ropa: Zenia Aracely Guevara

Personaje del Bosque, Niña en inundación: Nelly Karolina Ramos P.

Personaje del Bosque, Juan, Niño jugando: Fredi Omar Castro

Personaje del Bosque, Diego, Niño jugando: Kevin René Pérez

Tiburcia, Madre, Vendedora de pan: Olga Gámez

Erica (Hija de Tiburcia): Norma Mariely Guevara

Franklin (Hijo de Tiburcia): Brayan José Pérez

Lucrecia, Madre: Nora Rosalina Gómez

Pedrito (Hijo de Lucrecia), Vendedor de topogigios: Geovani Rodríguez

Tula, Mujer del pueblo, compradora: Eldi Marleni Pérez

 

 

Registrada en la oficina Administrativa de derechos de autor y de los derechos conexos (Dirección General de Propiedad Intelectual), del Instituto de la Propiedad, bajo el Número 1055, Tomo 6 Folio 270, Resolución No.522/2009.

 


Escena I

La Aldea

 

NARRADOR: Bienvenidos y bienvenidas. (Comienza música suave. 6 actores forman un bosque de árboles, al fondo comienza a salir el sol...4 actores/actrices manipulan títeres de pájaros y mariposas revoloteando por la ramas del bosque.) Hoy vamos a contarles una historia que sucedió en una pequeña y tranquila aldea llamada “El Condadillo”, en donde los amaneceres eran siempre inspiradores para el buen ánimo de sus habitantes; y es que aquí el sol siempre parecía sonreír, aun en los días más nublados. Chorchas, gorriones, chejes, palomas y otras variedades de aves celebraban con alegres cantos cada nuevo día, mientras saltaban de rama en rama... Muy temprano ya correteaban por los bosques cercanos al pueblo, conejos, ardillas, mapaches y otros tantos animales silvestres.

 

Sus habitantes eran en su mayoría, descendientes de un antiguo pueblo diseminado por extensas regiones del país: “Los Lencas”, eran muy amistosos y alegres, gentes sencillas que se dedicaban a labores propias del campo: sembrar maíz, frijol, café, hortalizas... y por supuesto criar algunas gallinas que los proveían de huevos y carne.

 

NARRADORA: Animales y humanos gozaban del beneficio del agua que brotaba de las altas montañas, formando quebradas, ríos y una hermosísima cascada que adornaba el maravilloso paisaje natural. (Van saliendo los actores del bosque mientras la música cambia a un ritmo folclórico. Entran ahora mujeres que van realizando las tareas que describe el narrador.)

 

Las mujeres eran las primeras en levantarse cada mañana, una de las primeras tareas era “encender el fuego”, es decir prender la hornilla o estufa de leña, con trozos de maderas extraídas del propio bosque, generalmente madera de roble, malsinco o liquidámbar; excepto cuando iban a hornear pan en cuyo caso usaban madera de pino u “ocote”, como se le llama en el campo. Preparaban entonces el café, cuyo aroma rápidamente inundaba la casa, invitando al resto de la familia a levantarse y saborearlo. La mayoría de las familias, sembraban, cosechaban, tostaban y molían su propio café, que como mencionamos antes es uno de los cultivos característicos de la región y fuente de ingresos para muchas familias.

 

NARRADOR: Cocinar el desayuno, y el almuerzo que los hombres llevarían al trabajo; preparar a los niños para asistir a la escuela, alimentar a las gallinas y otros animales domésticos, para luego hacer la limpieza de la casa, lavar la ropa, eran tareas que ocupaban las mañanas y a veces parte de la tardes en aquel ambiente tranquilo y relajado, en el que por supuesto había también tiempo para escuchar algún programa en la radio y conversar con primas, parientes y comadres de los sucesos ocurridos dentro y en los alrededores de la aldea. (Salen las mujeres y termina la música.)

 

Escena II

En la Milpa

 

(Comienza nueva música mientras cuatro  hombres cruzan el escenario, llevan sendos sombreros, y cargan bombas y otros implementos para fumigar los sembradíos.)

 

NARRADORA: Por su parte los hombres jóvenes y adultos partían a los campos de cultivo, a realizar tareas de siembra, limpieza, abono o cosecha de los productos agrícolas, algunos se dedicaban al ejercicio de otros oficios tales como balconería, herrería, carpintería, albañilería y otros que siempre eran necesarios para la buena marcha y el desarrollo de la comunidad. (Salen los narradores y los hombres se detienen en el centro del escenario.)

 

JUSTO: (A Serafín.) Vaya, Serafín, a vos te toca ir a traer el agua hoy.

 

SERAFIN: Vaya pues... ya vengo (sale con un balde.)

 

TOÑO: Pucha. Hoy sí se me hizo largo el camino.

 

SALVADOR: ¿Y eso por qué?

 

TOÑO: Me siento cansado. Es que ayer mi suegro me pidió que le chapeara el patio.

 

JUSTO: ¿Te tiene jodido ese viejo, verdad? Desde que te casaste con la Jesusa no te deja descansar...

 

TOÑO: Sí, vos, pero es que está bien jodido de la rabadilla.

 

SALVADOR: ¿No será que se hace?

 

TOÑO: No creo, “ai” pone a la doña a que le unte manteca de coyote todas las noches. (Serafín y Salvador se ríen. A Salvador.) Vos no te riás que ya vas a saber lo que es tener suegro... peor todavía, tener suegra.

 

JUSTO: Si es cierto, ¿Vos ya te vas a casar, verdad, Salvador?

 

SALVADOR: Ya casi, papa... ya casi me robo la cipota.

 

JUSTO: “Ta” bueno. Pero tené cuidado, papaito, que ahora las mujeres ya no son babosas. Ahora si te descuidás van a querer hasta que les des de mamar a los chinos... (Todos se ríen. Entra Serafín.)

 

SERAFIN: ¡Vaya! Aquí está el agua.

 

(Toño comienza a chapear, Justo prepara la mezcla en el balde, cuando está lista la distribuye en las tres bombas.)

 

SALVADOR: (Tomando un saco, del que saca un par de guantes y unos anteojos.) Aquí están los guantes y los anteojos; dijo el patrón que los usáramos, que ese veneno es nuevo y es bien fuerte.

 

SERAFIN: No, hombre, si todos son la misma cosa, y esas papadas son incómodas.

 

JUSTO: Yo también prefiero rociar así, sin esas vainas.

 

SALVADOR: ¿Qué les cuesta ponérselos, hombre? Allí van a quedar tilintes.

 

SERAFIN: Ponételos vos si querés, pero yo no los voy a usar.

 

TOÑO: (A Salvador.) A vos te conviene, no sea que llegués enfermo al día del casorio, y no podás cumplir. (Todos se ríen. Comienzan a rociar.)

 

SERAFIN: ¡Uy, sí es cierto!, si este ya se va a casar. ¿Y a vos tu suegro no te ajotó los perros como a Toño? Dicen que son bravos.

 

TOÑO: ¿Quiénes? ¿Los suegros o los perros?

 

SALVADOR: Los dos, pero ya me los gané a todos.

 

JUSTO: A Rafael casi le arranca la nalga aquel chucho bravo de don Tulio, por andar  enamorando a Paula...

 

SERAFIN: ¿Y cuándo es la boda?

 

SALVADOR: Ayer nos fuimos a presentar a la Alcaldía, así que tenemos que esperar 15 días.

 

SERAFIN: Ya sabes que yo te apoyo, si necesitás ayuda sólo me mandás a hablar.

 

SALVADOR: Vaya, vaya con eso no bromiés.

 

SERAFIN: No seas mal pensado, vos. Yo digo por si necesitas pisto o alguna otra cosa.

 

TOÑO: Bueno ¿y esa cipota ya te dio la prueba?

 

JUSTO: No seas curioso, vos... esa papada es privativa de ellos. (Se ríen.)

 

TOÑO: Ve quién dice, el más tunante de todos.

 

SERAFIN: Ve y no vayas a quedar después como Justo, tanteando a otras cipotas.

 

SALVADOR: No, si por eso es que me busqué a una que tuviera un buen chasis. (Ríen.)

 

TOÑO: Sos turbio, vos...

 

SALVADOR: No, pues si es que uno tiene que conseguirse una vieja que ya sea fija, así como está de yuca la vida no da para más. Además a mí me parece que debe ser bonito eso de estar casado.

 

SERAFIN: Por una parte es galán, pero por otra parte es perro...

 

SALVADOR: ¿Y eso?

 

SERAFIN: Eso de que uno tiene que ayudar con los chinos, y andar cambiando pañales.

 

JUSTO: Yo esa papada nunca pude aprender, siempre los pinchaba a los cipotes.

 

TOÑO: Si es que vos sos atolondrado, papa.

 

JUSTO: Mirá, vos no te preocupes, yo digo que para conseguirse mujer uno tiene que ser como político.

 

SALVADOR: ¿Cómo así?

 

JUSTO: Hay que prometerles toda papada, y después hacerse el loco.

 

SERAFIN: Sí que sos cabrón vos... Ahí cuando te dejen botado sólo vas a ser ayes.

 

JUSTO: Si eso pasa, ya veremos compa.

 

TOÑO: Allí te hemos de ver echando tortillas y haciendo café... (Ríen.)

 

SALVADOR: Bueno, ya la volamos.

 

SERAFIN: Este arroz ya se coció.

 

JUSTO: (A Serafín.) Anda, traé el agua para lavar las bombas.

 

SERAFIN: No, yo ya fui a traer, que vaya Toño.

 

TOÑO: No, a mí me arden las manos, hasta ampolladas las tengo ya. Vámonos de un solo y ahí las lavan en el río.

 

SALVADOR: No, hombre, eso es peligroso.

 

SERAFIN: ¡Qué va a ser peligroso! Onde has visto.

 

SALVADOR: Pues por lo que dijo el patrón.

 

JUSTO: No le parés bola a eso, vos...

 

TOÑO: Si vos... si esta papada es buena para las plantas debe ser buena para la gente también.

 

SALVADOR: No, hombre, miren, si quieren yo voy a traer el agua...

 

TOÑO: Solo sos papadas, vos. ¡Vámonos de una vez!

 

JUSTO: Vaya, venite, que tengo ganas de pasar viendo una cipota por el entronque.

 

SERAFIN: Entroncado te va a dejar tu vieja si te descubre de enamorado...

 

(Todos se ríen y salen de escena hacia un costado. Entra de nuevo el narrador.)

 

Escena III

En el Centro de Salud

 

NARRADOR: Para los campesinos era algo común lavar sus utensilios en el río o quebradas, y en efecto, nunca había pasado ninguna desgracia por eso; al menos eso es lo que ellos creían. (Mientras habla el narrador, se prepara en el escenario el consultorio del centro de salud, consistente en: un escritorio y su silla respectiva para el médico y dos sillas para los pacientes que constituyen “la clínica”. Aparte una banca para los pacientes en la “sala de espera”. Luego entrarán dos mujeres, cada una acompañada de un niño que se sientan en la “sala de espera” y la enfermera que les toma unos datos y luego pasa a “la clínica”) Apenas unos días después, en uno de esos días que parecían de lo más tranquilos, yo me preparaba a iniciar mis labores en el Centro de Salud. Hacía unos pocos días, una brigada médica llegada del extranjero había atendido a la población, así que las cosas estaban bastante tranquilas, sin embargo... (Llega hasta donde está la enfermera.)

 

DOCTOR: Buenos días.

 

ENFERMERA: Buenos días, doctor.

 

DOCTOR: ¿Tenemos muchos pacientes para hoy?

 

ENFERMERA: Por ahora sólo han venido un niño y una niña, según parece tienen alguna alergia.

 

DOCTOR: Muy bien, ¿ya tiene sus expedientes?

 

ENFERMERA: Sí, doctor.

 

DOCTOR: Muy bien. Páseme al primero.

 

ENFERMERA: Sí, doctor.  (Dirigiéndose a la señoras que viene con el niño.) Doña Lucrecia... pase por favor. (Lucrecia entra al consultorio.)

 

LUCRECIA: Buenos días, doctor.

 

DOCTOR: Buenos días, pase adelante por favor… A ver, este muchacho se llama… Pedro. Ajá ¿y qué le pasa a Pedrito?

 

LUCRECIA: Pues mire, doctor, que le han salido estas ronchas.

 

PEDRITO: Me pican…

 

DOCTOR: Ya me imagino. ¿Y desde cuándo tiene el sarpullido?

 

LUCRECIA: Le comenzó hace como 3 días, pero anoche se le puso peor.

 

DOCTOR: ¿Y usted le ha puesto alguna cosa?, ¿alguna medicina?

 

LUCRECIA: Sólo le hice unos baños con pañitos húmedos… con un remedio que me dio una vecina.

 

DOCTOR: ¿Y qué remedio era ése?

 

LUCRECIA: Fíjese que no sé. No le pregunté yo.

 

DOCTOR: Pues vea, para empezar no es conveniente que usted use cosas que desconoce. En todo caso nunca debe tomar ni darle medicinas a sus hijos que no se los haya recetado un médico. A ver déjeme examinar al gran Pedrito. (Hace un examen de su respiración y el corazón con el estetoscopio. Revisa sus oídos, nariz, garganta, luego ve con mayor detenimiento el salpullido.) ¿Y tenés estas ronchas en todo el cuerpo?

 

PEDRITO: Ajá.

 

DOCTOR: Y cuénteme, doña Lucrecia, ¿Ha comido algo diferente en estos días? Como mariscos, pescado...

 

LUCRECIA: No… lo mismo de siempre.

 

DOCTOR: (A Pedrito.) ¿Has comido “choras” en estos días?

 

PEDRITO: No.

 

DOCTOR: ¿Y le ha dado fiebre, o tos?

 

LUCRECIA: No, tampoco.

 

DOCTOR: ¿Y a alguno de sus animales domésticos lo ha notado enfermos?

 

LUCRECIA: No, doctor.

 

DOCTOR: (Escribe en el expediente y llena una receta que le da a la enfermera.) Bueno le va a poner una crema que le va a dar la enfermera. Tres veces al día. Siempre que se bañe en la mañana. Y me lo trae dentro de tres días.

 

LUCRECIA: Sí, doctor. Gracias.

 

DOCTOR: A sus órdenes. (A la enfermera.) Páseme al siguiente paciente.

 

ENFERMERA: Sí, doctor. Espéreme en la sala doña Lucrecia, ya le llevo la medicina. (Pasan a la sala de espera.)  Pase, Doña Tibucia.

 

TIBURCIA: Sí, gracias. (Pasan a la clínica.  La enfermera sale por la medicina mientras Lucrecia espera en la sala.)

 

DOCTOR: Buenos días. Adelante.

 

TIBURCIA: Buenos días, doctor.

 

DOCTOR: Y esta niña se llama…

 

TIBURCIA: Erica.

 

DOCTOR: Erica… (Ve el expediente.) Sí… y a ver, ¿qué le pasa a Erica?

 

ERICA: (Señalando la piel del brazo y el cuello.) Mire que me pican estas ronchas que me han salido.

 

DOCTOR: A ver… (Examina las ronchas.) ¿Y esto desde cuando lo tiene?

 

TIBURCIA: Desde hace 2 o 3 días doctor.

 

DOCTOR: Y son iguales a las que tiene Pedrito. ¿Ustedes son vecinas o familia?

 

TIBURCIA: Si, Lucrecia es mi hermana.  (Sale la enfermera con la medicina para Pedrito.)

 

DOCTOR: Yolanda, llámeme por favor a Doña Lucrecia. Que venga un momentito. (El Doctor anota algo en el expediente.)

 

ENFERMERA: Si doctor. (A doña Lucrecia.) Doña Lucrecia, dice el doctor que pase un momento. (Lucrecia y Pedrito regresan al interior del consultorio junto al doctor.)

 

LUCRECIA: ¿Sí, doctor?

 

DOCTOR: Pase, por favor. Dice doña Tiburcia que ustedes son hermanas, ¿sí?

 

LUCRECIA: Sí, doctor, así es.

 

DOCTOR: ¿Y viven en la misma casa?

 

TIBURCIA: No, vivimos aparte, doctor.

 

DOCTOR: Ya… es que Pedrito y Erica tienen el mismo tipo de sarpullido. Así que lo más seguro es que comieron o hicieron lo mismo en estos días.

 

LUCRECIA: Pues la última vez que nos vimos, antes de que les salieran las ronchas fue el domingo pasado. Pero eso fue hace 5 días.

 

DOCTOR: ¿Y qué fue lo que hicieron?

 

TIBURCIA: Fuimos al río.

 

DOCTOR: Ajá… ¿y qué comieron?

 

TIBURCIA: Pues llevamos unas burras con frijoles, huevos, carne asada, unos mínimos... y comimos unos duraznos que bajamos de por allí cerca.

 

DOCTOR: ¿Y todos comieron lo mismo? (A las señoras.) ¿Ustedes dos también?

 

LUCRECIA: Sí, también.

 

DOCTOR: (A los niños.) ¿Y ustedes, comieron algo diferente? ¿Bajaron alguna fruta, o comieron hongos u otra cosa?

 

Pedro: No, doctor.

 

ERICA: No…

 

DOCTOR: A ver piensen… ¿qué hicieron de diferente que no hicieron sus mamás? (Pausa.)

 

TIBURCIA: Pues… ellos dos se bañaron en el río.

 

DOCTOR: Ajá… A ver, déjenme ver… (El doctor revisa nuevamente las ronchas en los dos niños.) Mmmmm.

 

TIBURCIA: ¿Qué puede ser doctor?

 

DOCTOR: Es muy probable que tenga que ver con algo del agua del río. ¿Había alguien más con ustedes? ¿Recuerdan si alguien más se metió al río ese día?

 

LUCRECIA: Sí, algunos otros niños se estaban bañando.

 

DOCTOR: Pues les voy a pedir un favor. ¿Conocen a algunos de los niños o sus mamás?

 

LUCRECIA: Sí,… unos de ellos son unos vecinos.

 

DOCTOR: Dígales que por favor vengan hoy mismo, o a más tardar mañana a consulta.

 

LUCRECIA: Sí. doctor.

 

DOCTOR: Muy bien, entonces… (A la enfermera.) Démele a Erica otro tubo de la misma crema. (A doña Tiburcia.) Se la unta tres veces al día. Y me traen a los niños dentro de tres días. Sin falta. (La enfermera va a traer otro tubo de medicamento y se lo entrega a doña Tiburcia.)

 

TIBURCIA: Sí, doctor.

 

LUCRECIA: Gracias, doctor.

 

DOCTOR: No hay por qué, estamos a la orden. A ver niños, déjenme buscar… (El doctor busca algo en los bolsillos de su gabacha, saca dos dulces y le da uno a cada niño.) Tomen un dulce, y no se esté rascando mucho… aunque les pique, así se van a curar más rápido.

 

ERICA y PEDRITO: (Sonriendo.) Gracias, doctor.

 

TIBURCIA: Gracias, doctor.

 

LUCRECIA: Muy amable, doctor. Pase buen día.

 

DOCTOR: Buen día. (Las mujeres y los niños salen. A la enfermera.) ¿Hay más pacientes ahorita?

 

ENFERMERA: No. doctor, por ahora no.

 

DOCTOR: Voy a aprovechar para hacer una llamada, ya regreso.

 

ENFERMERA: Sí, doctor. (El doctor sale. La enfermera toma los expedientes y pasa al frente.)

 

Escena IV

En el Mercado

 

(Mientras habla la narradora, entran a escena actores y actrices ubicándose como vendedores de: carne, pan de casa, dulce de rapadura, frijoles, achinería, ropa usada, tamales, etc.)

NARRADORA: Aunque no parecía ser un asunto demasiado serio, el Doctor Soto tuvo el presentimiento de que algo peligroso podía estar aconteciendo. Se reunió con el Alcalde y los regidores, ellos prometieron investigar el asunto, pero pasaron muchos días y no parecía que alguien hiciera algo. Otros niños e incluso algunos adultos más se presentaron en el consultorio con serios problemas en los ojos, la piel los pulmones, algunos casos tuvieron que ser remitidos al hospital regional. Algunas personas ya comenzaban a preocuparse...

 

(Griterío anunciando ventas de toda clase de productos. Después de un momento en el que transitan compradores en todas direcciones, una señora y la enfermera se acercan a los vendedores de ropa. La señora toma un vestidito y lo observa con tristeza.)

 

Señora: Qué bonito que está...

 

ENFERMERA: Sí... pero ¿qué te pasa?, ¿por qué estás triste?

 

SEÑORA: Es que ya ves que mi niña no mejora, más bien cada día se pone peor.

 

ENFERMERA: Bueno, tenés que tener paciencia, la medicina va haciendo efecto poco a poco.

 

SEÑORA: No sé, a mí me parece que el doctor me está ocultando algo.

 

ENFERMERA: Cómo vas a creer.

 

SEÑORA: ¿Vos sabés algo? ¿No te ha dicho nada el doctor?

 

ENFERMERA: No. A mí no me dice muchas cosas. Sólo te sé decir, que él está muy interesado en todos los niños y las niñas que se han enfermado, y ha estado hablando con otros médicos especialistas, incluso de la capital.

 

SEÑORA: De verdad que yo estoy bastante preocupada. Tengo miedo...

 

ENFERMERA: No, mirá, estate tranquila, seguí todas las indicaciones del doctor y ya vas a ver que la niña se va a poner bien.

 

SEÑORA: Sí... Eso espero

 

ENFERMERA: Comprale el vestidito, para que lo estrene cuando ya se alivie.

 

SEÑORA: Sí, tenés razón, se lo voy a comprar. (La señora le paga al vendedor y salen.)

 

(Al fondo del escenario, Salvador se le acerca a Toño, que está vendiendo carne de cerdo.)

 

SALVADOR: Ajá, Toño... ¿Cómo has estado?

 

TOÑO: Todo tranquilo. ¿Y vos? ¿Cómo van los preparativos del casorio?

 

SALVADOR: Pues ahorita sin novedad. ¿Y vos te diste cuenta del problema que hay en el pueblo?

 

TOÑO: No. ¿Qué problema?

 

SALVADOR: De los cipotes que se han enfermado.

 

TOÑO: Pues no, ¿cuáles cipotes? Y ¿de qué se han enfermado?

 

SALVADOR: Son varios, dicen que hasta ahora van como 5. Parece que es algo como envenenamiento. Ya han mandado dos chinos para el Hospital Regional.

 

TOÑO: ¿Y eso de qué?

 

SALVADOR: Mirá, el doctor no sabe exactamente que es; pero dicen que andan investigando. Y una cosa que sospechan es que pueda ser que tenga que ver con el río.

 

TOÑO: ¿Y eso?

 

SALVADOR: ¿Te acordás que el patrón nos dijo que el veneno que íbamos a poner era nuevo?

 

TOÑO: Ajá.

 

SALVADOR: pues yo no estoy seguro, pero puede ser eso. Yo por eso les dije que no laváramos las bombas en el río. Y lo peor es que lo han vuelto a hacer.

 

TOÑO: No creo que eso tenga que ver... además a nadie le ha pasado nada por eso.

 

SALVADOR: Yo lo que sé, es que si se dan cuenta nos pueden joder; y lo peor es que a mí me van a joder de puro aire.

 

TOÑO: Pues entonces quedate callado. No digás nada y así no joden a nadie.

 

SALVADOR: Pucha, Toño, ¿qué tal que fueran tus hijos?

 

TOÑO: Ay, mirá, vos me estás atrasando, mejor perdete que tengo que terminar de vender todo el chancho. (Salvador se retira, comienza de nuevo el griterío, que poco a poco va bajando mientras todos salen de escena. ¡El escenario queda inundado de basura!)

 

Escena V

La Tormenta

 

NARRADOR: (Mientras habla el narrador, un hombre entra barriendo el escenario con una escoba hecha de ramas, interrumpe al narrador que se aparta.) La gente de la aldea tenía que gastar mucho dinero para poder recibir la atención médica yo me había comunicado con algunos colegas de los hospitales que estaban atendiendo a mis pacientes, pero parecía que la burocracia era como una tortuga o un caracol... Cada día aparecía un caso nuevo, algunos que no habían podido viajar a recibir atención médica de los médicos especialistas se iban poniendo cada vez peor. Estaba realmente muy preocupado (El barrendero vuelve a pasar por donde él está, y lo vuelve a interrumpir, el narrador nuevamente se aparta y lo observa. El barrendero esta amontonando la basura en dos bultos atrás, uno a cada lado del escenario.)

Parece que en verdad hay otras cosas por las cuales también deberíamos preocuparnos. Sí, es que todo el ajetreo del mercado no deja de ser interesante, a veces hasta divertido. Lo que no es divertido es que con la vida tan cara, tengamos que gastar tanto dinero en viajar para ir a una consulta. Ni esto, miren (señala la basura amontonada.) ¡Cuánta basura! Veo que este puede ser otro serio problema...

 

(Entra un grupo de actores haciendo el efecto de lluvia, forman un círculo al fondo del escenario, luego de un momento se dividen dejando libre el centro por donde entran dos “bultos de basura” que se juntan y avanzan al frente. Los actores empiezan a caminar por todo el escenario a paso veloz en diferentes direcciones, en forma errática, sin seguir un patrón. La basura se desplaza hacia un extremo del fondo. Se escuchan truenos, la tormenta se intensifica y se escucha un derrumbe. Salen los actores. Del extremo en donde se acumuló la basura salen dos hombres cargando uno el cuerpo de un niño y el otro a una niña. Cruzan y salen por el otro extremo. La tormenta mengua… entran nuevamente los actores, esta vez caminan muy lentamente observando la destrucción. Un momento después entra los hombres cargando los cuerpos, se paran frente al público y lo ven directamente. Salen todos.)

 

Escena VI

El Funeral

 

NARRADOR: La acumulación de la basura dejada por los vendedores, compradores y algunos paseantes, había cobrado dos víctimas mortales. Al bloquearse una cuneta, el agua inundó una casa de habitación, socavó las ya maltratadas paredes de adobe, cayendo una de ellas sobre dos pequeños: un niño de 7 y una niña de 9 años. La muerte fue inmediata, nadie pudo hacer nada más que rescatar los cuerpos sin vida.

 

NARRADORA: Por si fuera poco, la pequeña hija de mi amiga murió esa misma noche. Es cierto que no fue la tormenta lo que la mató, pero su muerte también tenía que ver con la irresponsabilidad de las personas: el envenenamiento de las aguas. Su pequeño cuerpo no resistió las sustancias químicas que servían para abonar el campo, pero que mal manejadas, en lugar de ser útiles eran mortales.

(Comienza una música triste, por un lateral entran en el siguiente orden: El sacerdote, a su lado un niño con la vara alta, tras ellos las madres de los difuntos con otros niños que van tomados de sus manos. Tres mujeres con una vela encendida cada una. Los tres féretros cargados cada uno por dos hombres. Tres jóvenes cada uno llevando una cruz de madera. Dolientes, parientes y amigos. Van caminando todos muy lentamente.)

 

NARRADOR: Ese fue uno de los días más tristes que se recuerda en la aldea, 3 niños enterrados el mismo día. Y no podemos decir que era por causa del destino, los tres habían muerto por descuido, por desinterés, por negligencia, por ignorancia.

 

NARRADORA: Dicen que las desgracias nunca llegan solas, las lluvias, sacaron a la luz otro serio problema, esta vez la falta de uso, o el uso inadecuado de las letrinas, que trajo como consecuencia la contaminación del agua potable con bacterias. Los problemas parecían no terminar. Muchos y muchas en el pueblo sufrieron enfermedades estomacales, especialmente niños y niñas, un pequeño fue atendido por el doctor ya entrada la noche. Tuvieron que salir de emergencia para el Hospital Regional, afortunadamente la solidaridad de un vecino que ofreció su automóvil, permitió llevarlo a tiempo y evitar su muerte.

 

Escena VII

La Fiesta Patronal

 

NARRADOR: Pero también dicen que: no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista. Un grupo de pobladores y autoridades, lograron el apoyo de instituciones que ayudaran a superar el desinterés y la falta de conocimiento de la gente; así se pusieron en marcha proyectos de instalación y mejoramiento de agua potable, de construcción de letrinas, de organización y concientización de la población... Poco a poco las cosas fueron cambiando...

 

NARRADORA: Ése, como todos los años, se celebró la fiesta patronal del pueblo, unos días en los que la alegría se impone a todas las penas, en donde se celebra, se agradece y se piden bendiciones para el pueblo.

 

(Inicia música de fiesta. Se colocan banderines que adornan el escenario. Entra la procesión en honor al santo patrón. Al frente el sacerdote con agua bendita que echa a todos los participantes. Una imagen del Santo Patrón, mujeres rezando con sus rosarios, niños y niñas de la mano de sus padres o madres, etc. Recorre el escenario y sale.)

 

NARRADOR: Hay venta de productos típicos, comidas, artesanías... (Entran vendedores de diferentes artículos.)

 

NARRADORA: También juegos de diferentes clases. (Entra un puesto de tiro al blanco.)

 

NARRADOR: No puede faltar la chicha. (Entra el vendedor de chicha y un cliente que se toma 5 o seis vasos y se pone a molestar. Llega un policía y se lo lleva preso.)  A veces con ella vienen problemas, y alguno deberá pasar la noche en una bartolina.

 

NARRADORA: Y claro la coronación de la india bonita y la gran fiesta popular.

 

(Entra la India bonita saludando al pueblo mientras le aplauden. Tras ella viene un cuadro de danzas que hace una representación. Todos bailan, incluidos él y la narradora. Al final salen todos excepto éstos últimos que se acercan al proscenio.)

 

Escena VIII

Lo Que Aprendimos

 

NARRADOR: La feria terminó y... esta vez el pueblo estaba limpio.

 

NARRADORA: Los esfuerzos habían dado frutos. No fue fácil, pero gracias a la colaboración de todos había la esperanza de que el pueblo no sufriera más daños, y sobre todo que no muriera nadie por el descuido, y la ignorancia. (Todos los actores van entrando a escena.)

 

NARRADOR: Todos habíamos aprendido algo. Yo aprendí que vale la pena esforzarse, aunque a veces dé la impresión de que todo es en vano.

 

SALVADOR: Yo me casé, aprendí a cambiar pañales. Y que debo tratar de convencer a mis compas de hacer las cosas correctamente.

 

TOÑO: A mí por poco me meten al bote. Aprendí que debo ser cuidadoso con el manejo de los pesticidas y fertilizantes químicos.

 

LUCRECIA; Yo aprendí que debo llevar a mis hijos rápidamente al centro de salud si muestran síntomas de enfermedad, y que debo seguir las indicaciones del médico.

 

NIÑO: Una bolsa de churros, o una botella vacía puede que no hagan daño; pero si todos hacemos lo mismo puede ser muy peligroso.

 

NIÑA: Así que yo aprendí a poner la basura en los basureros.

 

ACTOR: Aprendimos que el agua es vida, pero que cuando somos descuidados, también puede traer la destrucción y la muerte.

 

ACTRIZ: Ahora sé que en nuestra casa debemos usar correctamente la letrina para evitar que mi familia y vecinos puedan enfermarse.

 

NARRADORA: Yo aprendí que la mejor arma para combatir la destrucción y la muerte es la prevención.

 

NARRADOR: Esperamos que ustedes también hayan aprendido algunas cosas, para que en “El Condadillo”, y en su propio pueblo o aldea podamos vivir en armonía con la naturaleza, este maravilloso regalo de Dios.

 

Los actores saludan al público.

 

FIN

 

 

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