Sucedió
en El Condadillo
Comedia dramática en un
acto
Escrita Por:
FELIPE ACOSTA
Tegucigalpa M.D.C.,
Honduras C.A.
Septiembre, 2007
Todos los derechos reservados
Se prohíbe su reproducción en
cualquier forma, así como el montaje para representaciones públicas o privadas con
fines comerciales, sin el permiso por
escrito del autor.
Sucedió
en El Condadillo
Estrenada el 23 de
julio del 2008 por el Grupo Teatral
Café, del Instituto Pedro Nufio del Municipio de San Andrés, Lempira
Personajes y Elenco
(Por orden de
aparición)
Narrador: Dr. Manuel
Soto:
Marco David Gómez.
Narradora: Enfermera
Yolanda Vargas: Maritza Yamileth Cáceres
Justo, Vendedor de
frijoles: Ramón Renato Sánchez
Toño, Vendedor de carne: Raúl Gómez
Serafín, Comprador: Reynaldo López
Salvador, Comprador: Ermis López
Personaje del Bosque,
José: Owen
Abisai Paz
Personaje del Bosque,
Vendedor de ropa, Isidro: Sebastián Pineda
Personaje del Bosque,
Francisco, Comprador: Fredi Donaldo Mejía
Personaje del Bosque,
Ciriaco, Vendedor de papas: Mercedes Díaz
Personaje
del Bosque, Demetrio, Vendedor de dulce: Juan José Hernández
Personaje del Bosque,
Alejandro, comprador: Rudi Saul Perdomo
P.
del Bosque, Paula, Vendedora de tamales: Vanessa del Rosario
Vásquez
Personaje del Bosque,
Vendedor de achinería: Victor Emilio Hércules
Personaje
del Bosque, Elena, Vendedora de tortillas: Ana Carolina Gómez
Personaje
del Bosque, Alicia, Vendedora de Ropa: Zenia Aracely Guevara
Personaje del Bosque,
Niña en inundación: Nelly Karolina Ramos P.
Personaje del Bosque,
Juan, Niño jugando: Fredi Omar Castro
Personaje del Bosque,
Diego, Niño jugando: Kevin René Pérez
Tiburcia, Madre,
Vendedora de pan: Olga Gámez
Erica (Hija de Tiburcia):
Norma
Mariely Guevara
Franklin (Hijo de
Tiburcia): Brayan
José Pérez
Lucrecia, Madre: Nora Rosalina
Gómez
Pedrito (Hijo de
Lucrecia), Vendedor de topogigios: Geovani Rodríguez
Tula, Mujer del pueblo,
compradora: Eldi
Marleni Pérez
Registrada en la oficina
Administrativa de derechos de autor y de los derechos conexos (Dirección
General de Propiedad Intelectual), del Instituto de la Propiedad, bajo el
Número 1055, Tomo 6 Folio 270, Resolución No.522/2009.
Escena
I
La
Aldea
NARRADOR: Bienvenidos y bienvenidas. (Comienza
música suave. 6 actores forman un bosque de árboles, al fondo comienza a salir
el sol...4 actores/actrices manipulan títeres de pájaros y mariposas
revoloteando por la ramas del bosque.) Hoy vamos a contarles una historia que
sucedió en una pequeña y tranquila aldea llamada “El Condadillo”, en donde los
amaneceres eran siempre inspiradores para el buen ánimo de sus habitantes; y es
que aquí el sol siempre parecía sonreír, aun en los días más nublados.
Chorchas, gorriones, chejes, palomas y otras variedades de aves celebraban con
alegres cantos cada nuevo día, mientras saltaban de rama en rama... Muy
temprano ya correteaban por los bosques cercanos al pueblo, conejos, ardillas,
mapaches y otros tantos animales silvestres.
Sus habitantes eran en su mayoría,
descendientes de un antiguo pueblo diseminado por extensas regiones del país:
“Los Lencas”, eran muy amistosos y alegres, gentes sencillas que se dedicaban a
labores propias del campo: sembrar maíz, frijol, café, hortalizas... y por
supuesto criar algunas gallinas que los proveían de huevos y carne.
NARRADORA: Animales y humanos gozaban del beneficio del agua que brotaba de
las altas montañas, formando quebradas, ríos y una hermosísima cascada que
adornaba el maravilloso paisaje natural. (Van
saliendo los actores del bosque mientras la música cambia a un ritmo
folclórico. Entran ahora mujeres que van realizando las tareas que describe el
narrador.)
Las mujeres eran las primeras en
levantarse cada mañana, una de las primeras tareas era “encender el fuego”, es
decir prender la hornilla o estufa de leña, con trozos de maderas extraídas del
propio bosque, generalmente madera de roble, malsinco o liquidámbar; excepto
cuando iban a hornear pan en cuyo caso usaban madera de pino u “ocote”, como se
le llama en el campo. Preparaban entonces el café, cuyo aroma rápidamente
inundaba la casa, invitando al resto de la familia a levantarse y saborearlo.
La mayoría de las familias, sembraban, cosechaban, tostaban y molían su propio
café, que como mencionamos antes es uno de
los cultivos característicos de la región y fuente de ingresos para muchas
familias.
NARRADOR: Cocinar el desayuno, y el almuerzo que los hombres llevarían al
trabajo; preparar a los niños para asistir a la escuela, alimentar a las
gallinas y otros animales domésticos, para luego hacer la limpieza de la casa,
lavar la ropa, eran tareas que ocupaban las mañanas y a veces parte de la
tardes en aquel ambiente tranquilo y relajado, en el que por supuesto había
también tiempo para escuchar algún programa en la radio y conversar con primas,
parientes y comadres de los sucesos ocurridos dentro y en los alrededores de la
aldea. (Salen las mujeres y termina la
música.)
Escena
II
En
la Milpa
(Comienza
nueva música mientras cuatro hombres
cruzan el escenario, llevan sendos sombreros, y cargan bombas y otros
implementos para fumigar los sembradíos.)
NARRADORA: Por su parte los hombres jóvenes y adultos partían a los campos
de cultivo, a realizar tareas de siembra, limpieza, abono o cosecha de los
productos agrícolas, algunos se dedicaban al ejercicio de otros oficios tales
como balconería, herrería, carpintería, albañilería y otros que siempre eran
necesarios para la buena marcha y el desarrollo de la comunidad. (Salen los narradores y los hombres se
detienen en el centro del escenario.)
JUSTO: (A Serafín.) Vaya, Serafín, a vos te toca ir a traer el agua hoy.
SERAFIN: Vaya pues... ya vengo (sale con un balde.)
TOÑO: Pucha. Hoy sí se me hizo largo el
camino.
SALVADOR: ¿Y eso por qué?
TOÑO: Me siento cansado. Es que ayer mi
suegro me pidió que le chapeara el patio.
JUSTO: ¿Te tiene jodido ese viejo,
verdad? Desde que te casaste con la Jesusa no te deja descansar...
TOÑO: Sí, vos, pero es que está bien
jodido de la rabadilla.
SALVADOR: ¿No será que se hace?
TOÑO: No creo, “ai” pone a la doña a que
le unte manteca de coyote todas las noches. (Serafín
y Salvador se ríen. A Salvador.) Vos no te riás que ya vas a saber lo que
es tener suegro... peor todavía, tener suegra.
JUSTO: Si es cierto, ¿Vos ya te vas a
casar, verdad, Salvador?
SALVADOR: Ya casi, papa... ya casi me
robo la cipota.
JUSTO: “Ta” bueno. Pero tené cuidado,
papaito, que ahora las mujeres ya no son babosas. Ahora si te descuidás van a
querer hasta que les des de mamar a los chinos... (Todos se ríen. Entra Serafín.)
SERAFIN: ¡Vaya! Aquí está el agua.
(Toño
comienza a chapear, Justo prepara la mezcla en el balde, cuando está lista la
distribuye en las tres bombas.)
SALVADOR: (Tomando un saco, del que saca un par de guantes y unos anteojos.)
Aquí están los guantes y los anteojos; dijo el patrón que los usáramos, que ese
veneno es nuevo y es bien fuerte.
SERAFIN: No, hombre, si todos son la
misma cosa, y esas papadas son incómodas.
JUSTO: Yo también prefiero rociar así,
sin esas vainas.
SALVADOR: ¿Qué les cuesta ponérselos,
hombre? Allí van a quedar tilintes.
SERAFIN: Ponételos vos si querés, pero
yo no los voy a usar.
TOÑO: (A Salvador.) A vos te conviene, no sea que llegués enfermo al día
del casorio, y no podás cumplir. (Todos
se ríen. Comienzan a rociar.)
SERAFIN: ¡Uy, sí es cierto!, si este ya
se va a casar. ¿Y a vos tu suegro no te ajotó los perros como a Toño? Dicen que
son bravos.
TOÑO: ¿Quiénes? ¿Los suegros o los
perros?
SALVADOR: Los dos, pero ya me los gané a
todos.
JUSTO: A Rafael casi le arranca la nalga
aquel chucho bravo de don Tulio, por andar
enamorando a Paula...
SERAFIN: ¿Y cuándo es la boda?
SALVADOR: Ayer nos fuimos a presentar a
la Alcaldía, así que tenemos que esperar 15 días.
SERAFIN: Ya sabes que yo te apoyo, si
necesitás ayuda sólo me mandás a hablar.
SALVADOR: Vaya, vaya con eso no bromiés.
SERAFIN: No seas mal pensado, vos. Yo
digo por si necesitas pisto o alguna otra cosa.
TOÑO: Bueno ¿y esa cipota ya te dio la
prueba?
JUSTO: No seas curioso, vos... esa
papada es privativa de ellos. (Se ríen.)
TOÑO: Ve quién dice, el más tunante de
todos.
SERAFIN: Ve y no vayas a quedar después
como Justo, tanteando a otras cipotas.
SALVADOR: No, si por eso es que me
busqué a una que tuviera un buen chasis. (Ríen.)
TOÑO: Sos turbio, vos...
SALVADOR: No, pues si es que uno tiene
que conseguirse una vieja que ya sea fija, así como está de yuca la vida no da
para más. Además a mí me parece que debe ser bonito eso de estar casado.
SERAFIN: Por una parte es galán, pero
por otra parte es perro...
SALVADOR: ¿Y eso?
SERAFIN: Eso de que uno tiene que ayudar
con los chinos, y andar cambiando pañales.
JUSTO: Yo esa papada nunca pude
aprender, siempre los pinchaba a los cipotes.
TOÑO: Si es que vos sos atolondrado,
papa.
JUSTO: Mirá, vos no te preocupes, yo
digo que para conseguirse mujer uno tiene que ser como político.
SALVADOR: ¿Cómo así?
JUSTO: Hay que prometerles toda papada,
y después hacerse el loco.
SERAFIN: Sí que sos cabrón vos... Ahí
cuando te dejen botado sólo vas a ser ayes.
JUSTO: Si eso pasa, ya veremos compa.
TOÑO: Allí te hemos de ver echando
tortillas y haciendo café... (Ríen.)
SALVADOR: Bueno, ya la volamos.
SERAFIN: Este arroz ya se coció.
JUSTO: (A Serafín.) Anda, traé el agua para lavar las bombas.
SERAFIN: No, yo ya fui a traer, que vaya
Toño.
TOÑO: No, a mí me arden las manos, hasta
ampolladas las tengo ya. Vámonos de un solo y ahí las lavan en el río.
SALVADOR: No, hombre, eso es peligroso.
SERAFIN: ¡Qué va a ser peligroso! Onde
has visto.
SALVADOR: Pues por lo que dijo el
patrón.
JUSTO: No le parés bola a eso, vos...
TOÑO: Si vos... si esta papada es buena
para las plantas debe ser buena para la gente también.
SALVADOR: No, hombre, miren, si quieren
yo voy a traer el agua...
TOÑO: Solo sos papadas, vos. ¡Vámonos de
una vez!
JUSTO: Vaya, venite, que tengo ganas de
pasar viendo una cipota por el entronque.
SERAFIN: Entroncado te va a dejar tu
vieja si te descubre de enamorado...
(Todos
se ríen y salen de escena hacia un costado. Entra de nuevo el narrador.)
Escena
III
En
el Centro de Salud
NARRADOR: Para los campesinos era algo común lavar sus utensilios en el río
o quebradas, y en efecto, nunca había pasado ninguna desgracia por eso; al
menos eso es lo que ellos creían. (Mientras
habla el narrador, se prepara en el escenario el consultorio del centro de
salud, consistente en: un escritorio y su silla respectiva para el médico y dos
sillas para los pacientes que constituyen “la clínica”. Aparte una banca para
los pacientes en la “sala de espera”. Luego entrarán dos mujeres, cada una
acompañada de un niño que se sientan en la “sala de espera” y la enfermera que
les toma unos datos y luego pasa a “la clínica”) Apenas unos días después,
en uno de esos días que parecían de lo más tranquilos, yo me preparaba a
iniciar mis labores en el Centro de Salud. Hacía unos pocos días, una brigada
médica llegada del extranjero había atendido a la población, así que las cosas
estaban bastante tranquilas, sin embargo... (Llega
hasta donde está la enfermera.)
DOCTOR: Buenos días.
ENFERMERA: Buenos días, doctor.
DOCTOR: ¿Tenemos muchos pacientes para
hoy?
ENFERMERA: Por ahora sólo han venido un
niño y una niña, según parece tienen alguna alergia.
DOCTOR: Muy bien, ¿ya tiene sus
expedientes?
ENFERMERA: Sí, doctor.
DOCTOR: Muy bien. Páseme al primero.
ENFERMERA: Sí, doctor. (Dirigiéndose
a la señoras que viene con el niño.) Doña Lucrecia... pase por favor. (Lucrecia entra al consultorio.)
LUCRECIA: Buenos días, doctor.
DOCTOR: Buenos días, pase adelante por
favor… A ver, este muchacho se llama… Pedro. Ajá ¿y qué le pasa a Pedrito?
LUCRECIA: Pues mire, doctor, que le han
salido estas ronchas.
PEDRITO: Me pican…
DOCTOR: Ya me imagino. ¿Y desde cuándo
tiene el sarpullido?
LUCRECIA: Le comenzó hace como 3 días,
pero anoche se le puso peor.
DOCTOR: ¿Y usted le ha puesto alguna
cosa?, ¿alguna medicina?
LUCRECIA: Sólo le hice unos baños con
pañitos húmedos… con un remedio que me dio una vecina.
DOCTOR: ¿Y qué remedio era ése?
LUCRECIA: Fíjese que no sé. No le
pregunté yo.
DOCTOR: Pues vea, para empezar no es
conveniente que usted use cosas que desconoce. En todo caso nunca debe tomar ni
darle medicinas a sus hijos que no se los haya recetado un médico. A ver déjeme
examinar al gran Pedrito. (Hace un examen
de su respiración y el corazón con el estetoscopio. Revisa sus oídos, nariz,
garganta, luego ve con mayor detenimiento el salpullido.) ¿Y tenés estas
ronchas en todo el cuerpo?
PEDRITO: Ajá.
DOCTOR: Y cuénteme, doña Lucrecia, ¿Ha
comido algo diferente en estos días? Como mariscos, pescado...
LUCRECIA: No… lo mismo de siempre.
DOCTOR: (A Pedrito.) ¿Has comido “choras” en estos días?
PEDRITO: No.
DOCTOR: ¿Y le ha dado fiebre, o tos?
LUCRECIA: No, tampoco.
DOCTOR: ¿Y a alguno de sus animales
domésticos lo ha notado enfermos?
LUCRECIA: No, doctor.
DOCTOR: (Escribe en el expediente y llena una receta que le da a la enfermera.)
Bueno le va a poner una crema que le va a dar la enfermera. Tres veces al
día. Siempre que se bañe en la mañana. Y me lo trae dentro de tres días.
LUCRECIA: Sí, doctor. Gracias.
DOCTOR: A sus órdenes. (A la enfermera.) Páseme al siguiente
paciente.
ENFERMERA: Sí, doctor. Espéreme en la
sala doña Lucrecia, ya le llevo la medicina. (Pasan a la sala de espera.) Pase, Doña Tibucia.
TIBURCIA: Sí, gracias. (Pasan a la clínica. La enfermera sale por la medicina mientras
Lucrecia espera en la sala.)
DOCTOR: Buenos días. Adelante.
TIBURCIA: Buenos días, doctor.
DOCTOR: Y esta niña se llama…
TIBURCIA: Erica.
DOCTOR: Erica… (Ve el expediente.) Sí… y a ver, ¿qué le pasa a Erica?
ERICA: (Señalando la piel del brazo y el cuello.) Mire que me pican estas
ronchas que me han salido.
DOCTOR: A ver… (Examina las ronchas.) ¿Y esto desde cuando lo tiene?
TIBURCIA: Desde hace 2 o 3 días doctor.
DOCTOR: Y son iguales a las que tiene
Pedrito. ¿Ustedes son vecinas o familia?
TIBURCIA: Si, Lucrecia es mi
hermana. (Sale la enfermera con la medicina para Pedrito.)
DOCTOR: Yolanda, llámeme por favor a Doña
Lucrecia. Que venga un momentito. (El
Doctor anota algo en el expediente.)
ENFERMERA: Si doctor. (A doña Lucrecia.) Doña Lucrecia, dice
el doctor que pase un momento. (Lucrecia
y Pedrito regresan al interior del consultorio junto al doctor.)
LUCRECIA: ¿Sí, doctor?
DOCTOR: Pase, por favor. Dice doña
Tiburcia que ustedes son hermanas, ¿sí?
LUCRECIA: Sí, doctor, así es.
DOCTOR: ¿Y viven en la misma casa?
TIBURCIA: No, vivimos aparte, doctor.
DOCTOR: Ya… es que Pedrito y Erica
tienen el mismo tipo de sarpullido. Así que lo más seguro es que comieron o
hicieron lo mismo en estos días.
LUCRECIA: Pues la última vez que nos
vimos, antes de que les salieran las ronchas fue el domingo pasado. Pero eso
fue hace 5 días.
DOCTOR: ¿Y qué fue lo que hicieron?
TIBURCIA: Fuimos al río.
DOCTOR: Ajá… ¿y qué comieron?
TIBURCIA: Pues llevamos unas burras con
frijoles, huevos, carne asada, unos mínimos... y comimos unos duraznos que
bajamos de por allí cerca.
DOCTOR: ¿Y todos comieron lo mismo? (A las señoras.) ¿Ustedes dos también?
LUCRECIA: Sí, también.
DOCTOR: (A los niños.) ¿Y ustedes, comieron algo diferente? ¿Bajaron alguna
fruta, o comieron hongos u otra cosa?
Pedro: No, doctor.
ERICA: No…
DOCTOR: A ver piensen… ¿qué hicieron de
diferente que no hicieron sus mamás? (Pausa.)
TIBURCIA: Pues… ellos dos se bañaron en
el río.
DOCTOR: Ajá… A ver, déjenme ver… (El doctor revisa nuevamente las ronchas en
los dos niños.) Mmmmm.
TIBURCIA: ¿Qué puede ser doctor?
DOCTOR: Es muy probable que tenga que
ver con algo del agua del río. ¿Había alguien más con ustedes? ¿Recuerdan si
alguien más se metió al río ese día?
LUCRECIA: Sí, algunos otros niños se
estaban bañando.
DOCTOR: Pues les voy a pedir un favor.
¿Conocen a algunos de los niños o sus mamás?
LUCRECIA: Sí,… unos de ellos son unos
vecinos.
DOCTOR: Dígales que por favor vengan hoy
mismo, o a más tardar mañana a consulta.
LUCRECIA: Sí. doctor.
DOCTOR: Muy bien, entonces… (A la enfermera.) Démele a Erica otro
tubo de la misma crema. (A doña Tiburcia.)
Se la unta tres veces al día. Y me traen a los niños dentro de tres días. Sin
falta. (La enfermera va a traer otro tubo
de medicamento y se lo entrega a doña Tiburcia.)
TIBURCIA: Sí, doctor.
LUCRECIA: Gracias, doctor.
DOCTOR: No hay por qué, estamos a la
orden. A ver niños, déjenme buscar… (El
doctor busca algo en los bolsillos de su gabacha, saca dos dulces y le da uno a
cada niño.) Tomen un dulce, y no se esté rascando mucho… aunque les pique,
así se van a curar más rápido.
ERICA y PEDRITO: (Sonriendo.) Gracias, doctor.
TIBURCIA: Gracias, doctor.
LUCRECIA: Muy amable, doctor. Pase buen
día.
DOCTOR: Buen día. (Las mujeres y los niños salen. A la enfermera.) ¿Hay más pacientes
ahorita?
ENFERMERA: No. doctor, por ahora no.
DOCTOR: Voy a aprovechar para hacer una
llamada, ya regreso.
ENFERMERA: Sí, doctor. (El doctor sale. La enfermera toma los
expedientes y pasa al frente.)
Escena
IV
En
el Mercado
(Mientras
habla la narradora, entran a escena actores y actrices ubicándose como
vendedores de: carne, pan de casa, dulce de rapadura, frijoles, achinería, ropa
usada, tamales, etc.)
NARRADORA: Aunque no parecía ser un asunto demasiado serio, el Doctor Soto
tuvo el presentimiento de que algo peligroso podía estar aconteciendo. Se
reunió con el Alcalde y los regidores, ellos prometieron investigar el asunto,
pero pasaron muchos días y no parecía que alguien hiciera algo. Otros niños e
incluso algunos adultos más se presentaron en el consultorio con serios
problemas en los ojos, la piel los pulmones, algunos casos tuvieron que ser
remitidos al hospital regional. Algunas personas ya comenzaban a preocuparse...
(Griterío
anunciando ventas de toda clase de productos. Después de un momento en el que
transitan compradores en todas direcciones, una señora y la enfermera se
acercan a los vendedores de ropa. La señora toma un vestidito y lo observa con
tristeza.)
Señora: Qué bonito que está...
ENFERMERA: Sí... pero ¿qué te pasa?, ¿por
qué estás triste?
SEÑORA: Es que ya ves que mi niña no
mejora, más bien cada día se pone peor.
ENFERMERA: Bueno, tenés que tener
paciencia, la medicina va haciendo efecto poco a poco.
SEÑORA: No sé, a mí me parece que el
doctor me está ocultando algo.
ENFERMERA: Cómo vas a creer.
SEÑORA: ¿Vos sabés algo? ¿No te ha dicho
nada el doctor?
ENFERMERA: No. A mí no me dice muchas
cosas. Sólo te sé decir, que él está muy interesado en todos los niños y las
niñas que se han enfermado, y ha estado hablando con otros médicos
especialistas, incluso de la capital.
SEÑORA: De verdad que yo estoy bastante
preocupada. Tengo miedo...
ENFERMERA: No, mirá, estate tranquila,
seguí todas las indicaciones del doctor y ya vas a ver que la niña se va a
poner bien.
SEÑORA: Sí... Eso espero
ENFERMERA: Comprale el vestidito, para
que lo estrene cuando ya se alivie.
SEÑORA: Sí, tenés razón, se lo voy a
comprar. (La señora le paga al vendedor y
salen.)
(Al
fondo del escenario, Salvador se le acerca a Toño, que está vendiendo carne de
cerdo.)
SALVADOR: Ajá, Toño... ¿Cómo has estado?
TOÑO: Todo tranquilo. ¿Y vos? ¿Cómo van
los preparativos del casorio?
SALVADOR: Pues ahorita sin novedad. ¿Y
vos te diste cuenta del problema que hay en el pueblo?
TOÑO: No. ¿Qué problema?
SALVADOR: De los cipotes que se han
enfermado.
TOÑO: Pues no, ¿cuáles cipotes? Y ¿de
qué se han enfermado?
SALVADOR: Son varios, dicen que hasta
ahora van como 5. Parece que es algo como envenenamiento. Ya han mandado dos
chinos para el Hospital Regional.
TOÑO: ¿Y eso de qué?
SALVADOR: Mirá, el doctor no sabe
exactamente que es; pero dicen que andan investigando. Y una cosa que sospechan
es que pueda ser que tenga que ver con el río.
TOÑO: ¿Y eso?
SALVADOR: ¿Te acordás que el patrón nos
dijo que el veneno que íbamos a poner era nuevo?
TOÑO: Ajá.
SALVADOR: pues yo no estoy seguro, pero
puede ser eso. Yo por eso les dije que no laváramos las bombas en el río. Y lo
peor es que lo han vuelto a hacer.
TOÑO: No creo que eso tenga que ver...
además a nadie le ha pasado nada por eso.
SALVADOR: Yo lo que sé, es que si se dan
cuenta nos pueden joder; y lo peor es que a mí me van a joder de puro aire.
TOÑO:
Pues entonces quedate callado. No digás nada y así no joden a nadie.
SALVADOR:
Pucha, Toño, ¿qué tal que fueran tus hijos?
TOÑO: Ay, mirá, vos me estás atrasando,
mejor perdete que tengo que terminar de vender todo el chancho. (Salvador se retira, comienza de nuevo el
griterío, que poco a poco va bajando mientras todos salen de escena. ¡El
escenario queda inundado de basura!)
Escena
V
La
Tormenta
NARRADOR: (Mientras habla el
narrador, un hombre entra barriendo el escenario con una escoba hecha de ramas,
interrumpe al narrador que se aparta.) La gente de la aldea tenía que
gastar mucho dinero para poder recibir la atención médica yo me había
comunicado con algunos colegas de los hospitales que estaban atendiendo a mis
pacientes, pero parecía que la burocracia era como una tortuga o un caracol...
Cada día aparecía un caso nuevo, algunos que no habían podido viajar a recibir
atención médica de los médicos especialistas se iban poniendo cada vez peor.
Estaba realmente muy preocupado (El
barrendero vuelve a pasar por donde él está, y lo vuelve a interrumpir, el
narrador nuevamente se aparta y lo observa. El barrendero esta amontonando la
basura en dos bultos atrás, uno a cada lado del escenario.)
Parece que en verdad hay otras cosas por
las cuales también deberíamos preocuparnos. Sí, es que todo el ajetreo del
mercado no deja de ser interesante, a veces hasta divertido. Lo que no es
divertido es que con la vida tan cara, tengamos que gastar tanto dinero en
viajar para ir a una consulta. Ni esto, miren (señala la basura amontonada.) ¡Cuánta basura! Veo que este puede
ser otro serio problema...
(Entra
un grupo de actores haciendo el efecto de lluvia, forman un círculo al fondo
del escenario, luego de un momento se dividen dejando libre el centro por donde
entran dos “bultos de basura” que se juntan y avanzan al frente. Los actores
empiezan a caminar por todo el escenario a paso veloz en diferentes
direcciones, en forma errática, sin seguir un patrón. La basura se desplaza
hacia un extremo del fondo. Se escuchan truenos, la tormenta se intensifica y
se escucha un derrumbe. Salen los actores. Del extremo en donde se acumuló la
basura salen dos hombres cargando uno el cuerpo de un niño y el otro a una niña.
Cruzan y salen por el otro extremo. La tormenta mengua… entran nuevamente los
actores, esta vez caminan muy lentamente observando la destrucción. Un momento
después entra los hombres cargando los cuerpos, se paran frente al público y lo
ven directamente. Salen todos.)
Escena
VI
El
Funeral
NARRADOR: La acumulación de la basura dejada por los vendedores,
compradores y algunos paseantes, había cobrado dos víctimas mortales. Al
bloquearse una cuneta, el agua inundó una casa de habitación, socavó las ya
maltratadas paredes de adobe, cayendo una de ellas sobre dos pequeños: un niño
de 7 y una niña de 9 años. La muerte fue inmediata, nadie pudo hacer nada más
que rescatar los cuerpos sin vida.
NARRADORA: Por si fuera poco, la pequeña hija de mi amiga murió esa misma
noche. Es cierto que no fue la tormenta lo que la mató, pero su muerte también
tenía que ver con la irresponsabilidad de las personas: el envenenamiento de
las aguas. Su pequeño cuerpo no resistió las sustancias químicas que servían
para abonar el campo, pero que mal manejadas, en lugar de ser útiles eran
mortales.
(Comienza una música triste, por un lateral
entran en el siguiente orden: El sacerdote, a su lado un niño con la vara alta,
tras ellos las madres de los difuntos con otros niños que van tomados de sus
manos. Tres mujeres con una vela encendida cada una. Los tres féretros cargados
cada uno por dos hombres. Tres jóvenes cada uno llevando una cruz de madera.
Dolientes, parientes y amigos. Van caminando todos muy lentamente.)
NARRADOR: Ese fue uno de los días más tristes que se recuerda en la aldea,
3 niños enterrados el mismo día. Y no podemos decir que era por causa del
destino, los tres habían muerto por descuido, por desinterés, por negligencia,
por ignorancia.
NARRADORA: Dicen que las desgracias nunca llegan solas, las lluvias, sacaron
a la luz otro serio problema, esta vez la falta de uso, o el uso inadecuado de
las letrinas, que trajo como consecuencia la contaminación del agua potable con
bacterias. Los problemas parecían no terminar. Muchos y muchas en el pueblo
sufrieron enfermedades estomacales, especialmente niños y niñas, un pequeño fue
atendido por el doctor ya entrada la noche. Tuvieron que salir de emergencia
para el Hospital Regional, afortunadamente la solidaridad de un vecino que
ofreció su automóvil, permitió llevarlo a tiempo y evitar su muerte.
Escena
VII
La
Fiesta Patronal
NARRADOR: Pero también dicen que: no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo
que lo resista. Un grupo de pobladores y autoridades, lograron el apoyo de instituciones
que ayudaran a superar el desinterés y la falta de conocimiento de la gente;
así se pusieron en marcha proyectos de instalación y mejoramiento de agua
potable, de construcción de letrinas, de organización y concientización de la
población... Poco a poco las cosas fueron cambiando...
NARRADORA: Ése, como todos los años, se celebró la fiesta patronal del
pueblo, unos días en los que la alegría se impone a todas las penas, en donde
se celebra, se agradece y se piden bendiciones para el pueblo.
(Inicia
música de fiesta. Se colocan banderines que adornan el escenario. Entra la
procesión en honor al santo patrón. Al frente el sacerdote con agua bendita que
echa a todos los participantes. Una imagen del Santo Patrón, mujeres rezando
con sus rosarios, niños y niñas de la mano de sus padres o madres, etc. Recorre
el escenario y sale.)
NARRADOR: Hay venta de productos típicos, comidas, artesanías... (Entran vendedores de diferentes artículos.)
NARRADORA: También juegos de diferentes clases. (Entra un puesto de tiro al
blanco.)
NARRADOR: No puede faltar la chicha. (Entra
el vendedor de chicha y un cliente que se toma 5 o seis vasos y se pone a
molestar. Llega un policía y se lo lleva preso.) A veces con ella vienen problemas, y alguno
deberá pasar la noche en una bartolina.
NARRADORA: Y claro la coronación de la india bonita y la gran fiesta
popular.
(Entra
la India bonita saludando al pueblo mientras le aplauden. Tras ella viene un
cuadro de danzas que hace una representación. Todos bailan, incluidos él y la
narradora. Al final salen todos excepto éstos últimos que se acercan al
proscenio.)
Escena
VIII
Lo
Que Aprendimos
NARRADOR: La feria terminó y... esta vez el pueblo estaba limpio.
NARRADORA: Los esfuerzos habían dado
frutos. No fue fácil, pero gracias a la colaboración de todos había la
esperanza de que el pueblo no sufriera más daños, y sobre todo que no muriera
nadie por el descuido, y la ignorancia. (Todos
los actores van entrando a escena.)
NARRADOR: Todos habíamos aprendido algo.
Yo aprendí que vale la pena esforzarse, aunque a veces dé la impresión de que
todo es en vano.
SALVADOR: Yo me casé, aprendí a cambiar
pañales. Y que debo tratar de convencer a mis compas de hacer las cosas
correctamente.
TOÑO: A mí por poco me meten al bote.
Aprendí que debo ser cuidadoso con el manejo de los pesticidas y fertilizantes
químicos.
LUCRECIA; Yo aprendí que debo llevar a
mis hijos rápidamente al centro de salud si muestran síntomas de enfermedad, y
que debo seguir las indicaciones del médico.
NIÑO: Una bolsa de churros, o una
botella vacía puede que no hagan daño; pero si todos hacemos lo mismo puede ser
muy peligroso.
NIÑA: Así que yo aprendí a poner la
basura en los basureros.
ACTOR: Aprendimos que el agua es vida,
pero que cuando somos descuidados, también puede traer la destrucción y la
muerte.
ACTRIZ: Ahora sé que en nuestra casa
debemos usar correctamente la letrina para evitar que mi familia y vecinos
puedan enfermarse.
NARRADORA: Yo aprendí que la mejor arma
para combatir la destrucción y la muerte es la prevención.
NARRADOR: Esperamos que ustedes también
hayan aprendido algunas cosas, para que en “El Condadillo”, y en su propio
pueblo o aldea podamos vivir en armonía con la naturaleza, este maravilloso
regalo de Dios.
Los
actores saludan al público.
FIN
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