miércoles, 3 de mayo de 2023

UNA HORA DESPUÉS (TEXTO)

 


UNA HORA DESPUÉS

 

Comedia dramática en un acto

 

 

 

Escrita Por:

FELIPE ACOSTA

 

 

 

 

 

Tegucigalpa M.D.C., Honduras C.A.

Abril 2004

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Todos los derechos reservados

Se prohíbe su reproducción en cualquier forma, y montaje para representaciones públicas o privadas, sin el permiso escrito del autor.

 

 

 


 

 

UNA HORA DESPUÉS

 

 

 

 

 

 

Registrada en la oficina Administrativa de derechos de autor y de los derechos conexos (Dirección General de Propiedad Intelectual), del Instituto de la Propiedad, bajo la resolución No. 154/2005 del 31 de mayo de 2005.

 

 

 

 

 

 

PERSONAJES:

 

San Miguel Arcángel

Diablito

Diablita

Shaitán

Marido

Mujer

El Hombre

 

Segundos antes de abrir el telón comienza a escucharse una música de cabaret, romántica, más bien libidinosa. Al abrir el telón vemos un mostrador sobre el cual se encuentra una campanilla y una terminal de computadora, suspendido sobre el mostrador un rótulo luminoso que reza: “Recepción”, un escritorio con su respectivo sillón ejecutivo y otra terminal de computadora. Sobre la pared de fondo rótulos luminosos que dicen: “Abierto 24 horas incluso domingos” y “Bienvenid@s”. Bien podría tratarse de la recepción de un hotel o de una sucursal bancaria de mala muerte. Junto a ella se introducirá algo de humo (incienso) al escenario.

Tras unos segundos entra San Miguel Arcángel, trae una vestimenta de porte militar, pantalón, camisa, calcetines, zapatos y saco blancos, con distintivos, medallas y condecoraciones doradas, a la cintura una espada dorada en su funda blanca, también con detalles decorativos dorados. (Algo parecido a un cadete de la fuerza naval)

Poco a poco baja el volumen de la música hasta desaparecer, dando paso a risitas y gemidos de un juego amoroso que provienen de detrás del mostrador de recepción. San Miguel se acerca al mostrador y toca la campanilla, en seguida se levanta el Diablito adolescente.

DIABLITO: Hola. Bienvenido al infierno. (San Miguel lo mira con seriedad. Avergonzado) digo... hola...

DIABLITA: (Levantándose. Acomodándose la blusa, con voz seductora) Hola Sanmi. Que milagro que anda usted por aquí...

SAN MIGUEL: Caramba, ¿es que ustedes no encuentran otra cosa que hacer?

DIABLITO: ¿Hacer que? En tantos años que llevamos aquí, nunca he logrado pasar de la blusa.

SAN MIGUEL: Resistir a la tentación es algo por lo que deberían dar gracias a Dios.

DIABLITA: ¿Te parece? Cuatro años de noviazgo en la tierra, doscientos cincuenta y tres años aquí... ¡Soy la única virgen residente en el infierno!

DIABLITO: Y que decir de mi. Soy el hazmerreír de todos

DIABLITA: (Al diablito) Y todo por tu culpa, te dije que nos quedáramos en la ciudad... ¡pero no!... teníamos que salir para hacerlo... (Poética, citando al diablito) “bajo el cielo estrellado que solo puede verse en el campo”

DIABLITO: No podés culparme, la rastra venía por nuestro carril a exceso de velocidad, hice lo que pude para esquivarla.

DIABLITA: ¡Te quedaste paralizado!

DIABLITO: Las luces me cegaron... ¡Y tu grito me asustó más!

DIABLITA: Pudimos hacerlo en mi casa, mis papás no regresarían sino hasta muy tarde.

DIABLITO: Nunca se sabe, de habernos descubierto me habrían matado.

DIABLITA: ¿No me digás? ¿Y que creés que sos ahora?

DIABLITO: Un... hombre muerto.

DIABLITA: Si me hubieras hecho caso, en lugar de la vida habríamos perdido la virginidad.

SAN MIGUEL: Bueno. ¡Ya basta! ¿Qué importancia puede tener ahora todo eso?

DIABLITO: ¿Es que no entendés? (A la diablita) por supuesto... no entiende... él hizo votos de castidad...

SAN MIGUEL: Vamos, que es para tanto. (Los diablitos cruzan miradas de desesperación) ¿Si?

DIABLITO Y DIABLITA: (Asintiendo con la cabeza) ¡Si!

DIABLITO: Hacenos un favor... vigilá la entrada, detené a cualquiera que venga en los siguientes... cinco minutos.

DIABLITA: (Al diablito) ¿Cinco minutos?... (A San Miguel) ¡Que sean quince!

DIABLITO: No estoy seguro de resistir tanto, pero en fin... Que sean quince.

DIABLITA: (A San Miguel. Suplicante) Por favor...

DIABLITO: Por el amor de Dios... (Trueno)    

SAN MIGUEL: (Compadecido) Pobres diablos...

DIABLITO: (Alegre) ¿Entonces sí? (Se abraza con la diablita celebrando)

SAN MIGUEL: ¡Imposible!

(Los diablitos quedan paralizados por un breve instante, luego hablan los dos al mismo tiempo)

DIABLITA: ¿Imposible?... pero...

DIABLITO: ¿Cómo? ¿Porqué?

SAN MIGUEL: Simple y sencillamente ¡Imposible!

DIABLITO: Ya comprendo... (En actitud de secreto) Tenés miedo de que... (Aludiendo a Dios) Él te descubra...

DIABLITA: Te volverías cómplice y te arriesgarías a ser castigado. (Coqueta) Si Él te enviara aquí... yo podría atenderte personalmente

SAN MIGUEL: No me refería a eso.

DIABLITO Y DIABLITA: ¿Entonces?

SAN MIGUEL: Sé que no debería decirles esto pero... (Observando a su alrededor para asegurarse de que nadie más lo escucha) Ese deseo que sienten, y no pueden satisfacer, es parte de su castigo.

DIABLITO: ¿Castigo?

DIABLITA: Recibimos nuestro castigo antes de ser transferidos a la recepción.

SAN MIGUEL: En realidad solo fue parte del castigo. Verán, esa necesidad, la pasión que ustedes sienten es meramente física, y ustedes son solo almas, espíritus, por tanto, esa necesidad no es real. ¿Comprenden? (Los diablitos se ven el uno al otro)

DIABLITO Y DIABLITA: (Volviendo La mirada hacia San Miguel) ¡No!

SAN MIGUEL: Sus cuerpos en realidad no existen. (Los diablitos vuelven a mirarse recorriendo sus cuerpos con la mirada) Todo es una ilusión.

DIABLITA: Pero si yo lo siento aquí (Tomando sus senos con excitación)

DIABLITO: Y aquí... (Tomando sus genitales)

SAN MIGUEL: (Severo) ¡Nada de eso es verdad! (Sacando su espada) Podría atravesarlos con mi espada y no sufrirían daño alguno.

DIABLITO: Pero entonces... ¿Cómo es que sentimos hambre?

DIABLITA: ¿Y sed?

SAN MIGUEL: (Amenazante, coloca la punta de la espada contra el vientre del diablito) Es tan solo su imaginación...

DIABLITO: (Aterrorizado) Por favor... guardá eso por si acaso.

SAN MIGUEL: (Guardando su espada) Escuchen... (Observando de nuevo a su alrededor) El cielo y el infierno, solo dan cabida a las almas de las personas, sus cuerpos quedaron sepultados bajo tierra. Después de tantos años de los suyos solo quedan algunos huesos. (Los diablitos vuelven a observarse el uno al otro, horrorizados imaginando que solo son esqueletos) Sé que les parece difícil de creer pero es así como son las cosas. Shaitán lo sabe muy bien y se aprovecha de su debilidad para atormentarlos. (Serio, como dictando sentencia) Están condenados a permanecer vírgenes para toda la eternidad. (Los diablitos se abrazan intentando consolarse el uno al otro)

DIABLITO: No... no es posible.

DIABLITA: ¿Porqué? ¡¿Por qué?!

DIABLITO: Hemos sido engañados durante doscientos cincuenta y tres años.

DIABLITA: Cruelmente tentados durante cada momento de descanso

DIABLITO: Ahora comprendo porque al arrancarte la blusa, siempre entraba alguien a interrumpirnos.

DIABLITA: Virgen... para toda la eternidad...

DIABLITO: Perdoname, debí escucharte, debí hacerte caso... Perdoname.

DIABLITA: No tengo nada que perdonarte, también yo me resistí cuando hubo oportunidad antes, también yo soy culpable.

(Por un costado entra Shaitán en su impecable frac de color rojo. Aunque no escuchó nada, ve la patética escena de los diablitos sollozando abrazados el uno al otro)

SHAITAN: ¿Qué sucede aquí? (Viendo a San Miguel) Ah, ¡San Miguel Arcángel! ¿De nuevo armando alborotos? Cuesta mucho entrenar a los recepcionistas para que me los echés a perder en un minuto.

(Los diablitos regresan a su lugar tras el mostrador de recepción, están notablemente “resentidos” con Shaitán)

SAN MIGUEL: Yo apenas llegué hace unos segundos. Además seria incapaz de interferir con tu trabajo.

SHAITÁN: ¿A sí? Todavía tengo las cicatrices...

SAN MIGUEL: Solo cumplía órdenes. ¿Todavía me guardas resentimiento por eso?

SHAITÁN: No realmente. Para ser francos, hoy no estoy de humor para discutir con vos. Ha sido un día difícil. Cada día llega más y más trabajo, cualquiera diría que el negocio va mejorando... pero lidiar con las multitudes que llegan, me resulta agotador. (Suspira) te confieso que a veces extraño los días de paz.

SAN MIGUEL: Sin tu participación, todos tendríamos muy poco que hacer

SHAITÁN: No todo es trabajo mío, yo solo me limito a cumplir con mis deberes. ¿Querés una copa?

SAN MIGUEL: Es inútil tentarme.

SHAITÁN: Es mi obligación intentarlo. (Al Diablito) Servime una copa. (De vuelta a San Miguel) Y... ¿qué te trae por aquí? (El diablito se hace el sordo y no obedece)

SAN MIGUEL: Traigo dos sentenciados... un matrimonio, perecieron en un accidente de avión.

SHAITÁN: ¿El 737 que cayó temprano?

SAN MIGUEL: El mismo.

SHAITÁN: Creí que ya habían arribado todos los pasajeros.  Parece que se están volviendo lentos allá arriba.

SAN MIGUEL: Son de esos que están seguros de haberse ganado el paraíso, y para evitar retrasos Él decidió dejarlos para el final.

SHAITÁN: Ya... (Al diablito) ¿Se recibió el traslado? (El diablito contesta encogiéndose de hombros) ¿Y a vos que te pasa? ¿En donde está mi trago? (De mala gana el diablito comienza a servir el trago para Shaitán) (A la diablita) Vos revisá el correo. (La diablita también de mala gana comienza a manipular la terminal de computadora que está sobre el mostrador de recepción)

SAN MIGUEL: No sé que pasa hoy, pero la red ha estado fallando todo el día, así que me adelanté con ellos; supongo que el traslado no tardará en llegar.

SHAITÁN: Debe tratarse de gente importante ¿no?... Digo, para hacerte venir a vos.

SAN MIGUEL: Supongo que si...  bueno nada especial, la verdad es que me ofrecí de voluntario, siempre es bueno salir de la rutina y visitarte.

DIABLITO: (Seco, entregándole una copa) Su bebida... ¡señor!

DIABLITA: El traslado está en el sistema... ¡Señor!

(Shaitán los observa, toma su bebida de un solo trago y devuelve la copa al diablito)

SHAITÁN: (A los diablitos) Impriman los expedientes, cuando todo esté listo hacen pasar a nuestro nuevos huéspedes. Por ahora nos dejan a solas.

(Shaitán se dirige a su escritorio a revisar su terminal de cómputo, y mientras los diablitos salen, San Miguel, sin ser visto por Shaitán, toma el mango de su espada recordándoles a los diablitos la conversación de hace unos minutos. Los diablitos salen haciendo pucheros, en una mezcla de tristeza y rabia contra Shaitán ante la evidente diversión de San Miguel)

SHAITÁN: (Viendo salir a los diablitos, mientras comienza a teclear en la terminal) Definitivamente algo les dijiste a esos dos...

SAN MIGUEL: Pero hombre, te repito que yo recién acababa de llegar, no hice más que saludarlos.

SHAITÁN: Ya me daré cuenta más tarde.  (Mientras Shaitán Saca la pistola de entre sus ropas, San Miguel, instintivamente desenvaina su espada) Tranquilo... Siempre ágil ¿eh? Y veo que no has cambiado tu espada...

SAN MIGUEL: Ya sabés... nos gusta lo tradicional.

SHAITÁN: Claro, conservadores. (Guarda la pistola en la gaveta del escritorio y continúa revisando su computadora) Ahora hay métodos más efectivos y convenientes... te permiten guardar una distancia segura.

SAN MIGUEL: Algo necesario cuando se es cobarde.

SHAITÁN: Fuimos pocos quienes tuvimos valor de enfrentarnos a SÚ decisión.

SAN MIGUEL: ¡Por favor! ¿A estas alturas confundiendo el valor con la soberbia? Estamos solos, no hace falta que usés tus habilidades teatrales.

SHAITÁN: ¿Habilidades? ¿Así nada más?

SAN MIGUEL: Perdón... olvidaba tu vanidad... tus sobresalientes habilidades teatrales.

SHAITÁN: Mejor. ¿Ves que no cuesta mucho reconocer las cualidades ajenas? (Mientras examina con atención la pantalla de su terminal) Veamos... ¿Qué tenemos aquí? (Sin prestar atención a lo que dice San Miguel)

SAN MIGUEL: Un matrimonio perfecto, casados por la iglesia, cinco hijos educados en colegios religiosos. Jamás faltan a las celebraciones de los domingos y demás días de guardar. Contribuyentes de todas las buenas causas: -orfanatos, hogares de ancianos, asilos de inválidos-, fieles del Santo Rosario, La Divina Providencia, La Sagrada familia...

SHAITÁN: (Suelta una carcajada) ¡Las cosas que hay que ver!

SAN MIGUEL: ¿Te parece gracioso?

SHAITÁN: ¿Qué cosa?

SAN MIGUEL: Todo eso...

SHAITÁN: Disculpá, no te estaba escuchando, pero oí esto: “Un matrimonio perfecto, casados por la iglesia, cinco hijos educados en colegios religiosos. Jamás faltan a las celebraciones de los domingos y demás días de guardar. Contribuyentes de todas las buenas causas: -orfanatos, hogares de ancianos, asilos de inválidos-, fieles del Santo Rosario, La Divina Providencia, La Sagrada familia...”

SAN MIGUEL: Es justo lo que acabo de decir.

SHAITÁN: “...El, administrador de empresas, ella abogada, dueños de una gran fortuna, conocen casi el mundo entero. En su último viaje a Roma fueron bendecidos (Sarcástico) por el Santo Padre...”

SAN MIGUEL: No hace falta que te burlés.

SHAITÁN: No me burlo, solo estoy leyendo. “…Coleccionistas de arte, con una brillante hoja de servicios como servidores públicos. Ambos galardonados con premios y distinciones por sus desinteresadas contribuciones al bien común.... pereré, pereré, pereré... (ríe de nuevo)

SAN MIGUEL: y ¿qué es lo que te causa risa?

SHAITÁN: Comprendo porque estaban tan seguros de haber ganado el derecho a disfrutar del paraíso. ¡Deben estar tan decepcionados! Seguramente se sienten traicionados. Siempre es bueno contar con gente así. Aunque a veces se vuelven insoportables, me son de ayuda para consolar a quienes con “menos contribuciones al bien común” sienten que su sentencia fue injusta.  Será divertido entrevistarlos, necesito relajarme...

SAN MIGUEL: Veo que no has cambiado en nada.

SHAITÁN: ¿Y porqué habría de cambiar? (irónico) ¡La creación fue perfecta! ¿Acaso no soy parte de ella?

SAN MIGUEL: No vas a engañarme con tus deducciones filosóficas.

SHAITÁN: Lo siento, no puedo evitarlo.

SAN MIGUEL: Conmigo perdés tu tiempo.

SHAITÁN: ¡Vaya! ¿Vos hablando de tiempo? La vida entera cabe en un segundo. ¿Lo has olvidado?

SAN MIGUEL: Era solo una expresión.

SHAITÁN: por supuesto. En todo caso, y afortunadamente, soy muy paciente. Es una de mis mayores virtudes.

SAN MIGUEL: De ser paciente nunca nos habríamos tenido que  enfrentarnos.

SHAITÁN: No fue por mi falta de paciencia, de haber seguido mis consejos todo estaría en orden.

SAN MIGUEL: ¡Soberbia!

SHAITÁN: Las estadísticas hablan por si solas. La demanda de alojamiento es cada vez mayor. ¿Soberbia? o ¿Tengo la razón?

SAN MIGUEL: Nunca has tenido la razón, y nunca saldrás victorioso

(Los diablitos entran acompañados del matrimonio)

SHAITÁN: (Señalando a los recién llegados) ¿Nunca?  Día a día llegan cientos de los que viven “de acuerdo a la verdad”

SAN MIGUEL: Vos y yo conocemos la verdad, ambos sabemos cuan lejos estás de ella.

SHAITÁN: (Repentinamente violento) ¡Ustedes no quisieron escucharme!

SAN MIGUEL: ¡Hey cuidado! Tus virtudes se tambalean...

SHAITÁN: (Sonríe y asiente con la cabeza) (A los recién llegados) Bienvenidos, están en su casa.

MARIDO: ¡No! Esto es un error.

(Los diablitos le entregan los expedientes a Shaitán, esté les entrega otros que están en su escritorio y con un gesto les ordena salir)

SHAITÁN: Lamento informarles que en esto: No hay posibilidades de error.

SAN MIGUEL: Me alegra escucharlo de tu boca.

SHAITÁN: Nunca me he negado a reconocer “la verdad”.

SAN MIGUEL: (Al matrimonio) Lo dice el maestro de la mentira…

SHAITÁN: (Aludiendo a la presencia de la pareja) ¿Acaso vale la pena discutirlo ahora?

SAN MIGUEL: ¿Acaso en algún momento valió la pena? Él sabe lo que hace y porqué. Ya lo dijiste antes, no importa tu sarcasmo, La creación fue perfecta.

SHAITÁN: Si vos lo decís… Por cierto hoy escuché nombrarle como: “El perfecto maestro de la imperfección”  A la luz de los hechos… ¿No te parece una brillante definición?

SAN MIGUEL: Muy propia de tus teorías. (Estrechándole la mano) De verdad que fue un placer verte de nuevo.

SHAITÁN: También para mí. No olvidés que esta es tu casa. Siempre serás bienvenido.

SAN MIGUEL: Me alegra que no hayás perdido el sentido del humor. Hasta pronto…

SHAITÁN: Hasta siempre…

MARIDO: Oigan... ¿Qué pasa con ustedes dos? ¿No se supone que son enemigos?

SAN MIGUEL: Digamos que adversarios...

SHAITÁN: Hermanos... para ser exactos.

MUJER: ¿Hermanos?

SAN MIGUEL: Es una historia compleja...

SHAITÁN: No tanto... Somos hijos del mismo padre.

MUJER: ¿Qué clase de juego es este?

SHAITÁN: Aunque a veces resulte divertido... en realidad no es un juego.

SAN MIGUEL: Quedan en tus manos, mi misión está completa.

MARIDO: (A San Miguel) Se supone que deberías defendernos de él.

SAN MIGUEL: Lo hice... en su momento.

MUJER: ¿Entonces que hacemos aquí?

SHAITÁN: ¡Ah los hombres!

MUJER: Si es cuestión de hombres eso me excluye. ¿Qué hago aquí?

SHAITÁN: ¡Ah los hombres y las mujeres!

MARIDO: (A San Miguel) No podés dejarnos aquí a merced de...

SAN MIGUEL: Lo siento, me someto a las reglas sin discutirlas.

SHAITÁN: ¡Nada más cierto! Al final yo también he debido someterme a ellas. Ustedes están aquí siguiendo las reglas.

MARIDO: (A San Miguel) No podés dejarnos aquí a merced de...


MARIDO: No es lo que nos dijeron.

SHAITÁN: Verán hijos míos, desafortunadamente hay algunos malentendidos y malas interpretaciones con respecto a ellas.

SAN MIGUEL: No debería haberlas, todo está muy claro.

SHAITÁN: Mi querido Sanmi, parte del problema es que: ustedes sobreestiman el nivel de entendimiento de estas criaturas. Créanme señores... perdón señor y señora: yo los comprendo, se que ustedes no tienen la culpa, aunque, tampoco es mi culpa. Me da tanta pena cuando estas cosas suceden... Si de mi hubiera dependido...

SAN MIGUEL: ¡Por el Amor de Dios! (Trueno) Basta ya de actuación.

SHAITÁN: Aunque me esforzara, no podría sentir amor por... 

SAN MIGUEL: Claro, a veces se me olvida... ¿Te parece?: Por favor, basta ya de actuación.

SHAITÁN: ¿Y ahora por qué? Tenemos público.

MARIDO: Escuchen los dos: Nosotros cumplimos con lo que se nos pidió. Asistimos siempre a los oficios religiosos...

MUJER: Cumplimos con todos los sacramentos.

MARIDO: Excepto el último, no tuvimos tiempo.

MUJER: Fuimos piadosos.

MARIDO: ¡Muy piadosos! Tenemos pruebas de todas las donaciones y contribuciones que hicimos para ayudar a muchísimas personas.

SAN MIGUEL: Quien lleva estrecha cuenta de los favores que hace, es hombre que presta. ¡Nunca da!

MARIDO: Nada fue gratuito, para alcanzar nuestra fortuna trabajamos la vida entera.

SAN MIGUEL: “La vida” es apenas un paso del recorrido de toda la existencia espiritual. Cada lágrima que provocaste, cada anhelo que aplastaste, cada abrazo que negaste, cada estafa, cada mentira... son hechos apenas imperceptibles en la inmensidad infinita de esa existencia; sin embargo cada cosa cuenta en la suma total.

MARIDO: ¡Tonterías!

SHAITÁN: ¡Exacto! Como los pocos centavos que tus negocios tomaban de sus clientes en cada transacción, una poca cosa por la que nadie protestaba. Sin embargo...  ¿Recordás las ganancias que esos centavos representaban a final de cada año? Nada despreciable ¿Verdad?

SAN MIGUEL: (A Shaitán) ¡Brillante alegato abogado!

SHAITÁN: Gracias, conozco mi oficio...

MARIDO: ¡Aja! Entonces sos vos quien hiciste esas cosas, ¡me utilizaste! ¿Por qué me culpan a mí?

SHAITÁN: Tan solo estuve atento a tu llamado, nunca despreciaste mi presencia cada vez que lo hacías.

MARIDO: ¡Jamás te llamé!

SHAITÁN: Querido amigo…

MARIDO: No soy tu amigo.

SHAITÁN: No es necesario pronunciar mi nombre para desearme, basta con dar rienda suelta a su ambición, a su vanidad, a su lujuria...

SAN MIGUEL: A su soberbia.

SHAITÁN: Me llamaste cada vez que revisando tus estados financieros te regocijabas con los resultados, y exigías más a cualquier costo.

MARIDO: ¿En donde dice que administrar bien los negocios es pecado?

SHAITÁN: (A San Miguel) ¿A qué se dedican ustedes ahora? ¿Acaso no les hicieron saber...?

SAN MIGUEL: ¡Por supuesto! Se los explicamos ampliamente, pero.... ¡Ah los… humanos!

SHAITÁN: ¿Lo ves? Ya empezás a darme la razón.

MARIDO: ¡Fuimos engañados!

SAN MIGUEL: Por mi parte no hay nada más que decir, Él ya dio su veredicto,  no quedan instancias superiores para apelar. (Aludiendo a Shaitán) Además este es su territorio, no puedo interferir en sus asuntos. (A Shaitán) Son todo tuyos.

SHAITÁN: Gracias. (Pausa) (San Miguel espera escuchar lo que Shaitán tenga que decir, Shaitán espera que San Miguel se retire. Lo observa fijamente)

SAN MIGUEL: ¿Qué pasa?

SHAITÁN: Resulta incómodo hablar si vos...

SAN MIGUEL: Comprendo... me retiro.

MUJER: ¡Oiga, no puede dejarnos aquí!

MARIDO: (A la mujer) Dejálo, es inútil...

SHAITÁN: Mi querido Sanmi, fue un pacer saludarte nuevamente. (Intenta abrazarlo)

SAN MIGUEL: (Evitando el abrazo) La actuación es innecesaria, la sobreactuación es por demás un exceso desagradable. (Se despide inclinando la cabeza y sale)

MUJER: (Sollozando) No puedo creerlo, tanto esfuerzo, tanta entrega...

SHAITÁN: (Tomando los expedientes del matrimonio) ¡Basta! La hipocresía aquí está de sobra.

MARIDO: Oiga, ¡Le prohíbo...!

SHAITÁN: ¿Me prohíbe? (Sarcástico) ¿Qué manda el señor?

MARIDO: ¡Le exijo respeto!

SHAITÁN: ¡Respeto! Ya veo. ¿Te creés superior a mí? ¿Qué sabés vos del respeto? (Pausa) ¿Recodás haber tenido respeto a tus padres?, ¿a tus maestros?, ¿a tus jefes?..., cuando los tuviste. ¿A tu esposa? (Pausa) Sabés bien que nunca los respetaste.

MARIDO: Por supuesto, yo...

SHAITÁN: Temor, interés, ambición... Eso describe mejor tu actitud hacia ellos y ellas. El verdadero respeto se demuestra plenamente ante quienes tienen una condición material, intelectual o social inferior.  ¿Respetaste acaso a tus “socios minoritarios”?, ¿a tus empleados?, ¿a tus amantes?...  ¡Nunca supiste lo que es el respeto!, el poder no te permitió conocerlo... Ahora vas a descubrir que el poder está -inevitablemente, más tarde o más temprano- íntimamente vinculado al dolor.

MARIDO: ¿De que hablás? (Comienza a escucharse una música violenta. El marido comienza a retorcer su brazo hacia atrás como si alguien lo estuviera tomando con fuerza, su cabeza es empujada hacia el frente, hasta caer de rodillas. Shaitán no le quita la mirada. De pronto su cabeza es tirada con violencia hacia atrás, lanza un gemido, el dolor es intenso)

MUJER: ¡No le haga daño! (El hombre se desploma como liberado de la fuerza)

SHAITÁN: ¡Respeto! (A la mujer) ¿Y vos, respetaste alguna vez a tus clientes?, ¿a tus sirvientas?, ¿a tu estilista?

MUJER: Por supuesto.

SHAITÁN: La categoría de tu abolengo exigía guardar respeto a tu marido. Su dinero garantizaba ese status superior. (Se le acerca por detrás) ¿Le mostrabas acaso tu respeto cuando te acostabas con él después de...? (le besa el cuello, la rodea con sus brazos “tomándola con lujuria) ¿...los momentos que disfrutamos juntos?

MARIDO: ¡Basta!

SHAITÁN: (Soltando despacio a la mujer) ¿De verdad? ¿Te parece que basta? ¿Están entonces convencidos de que estar aquí, es lo justo?

MARIDO: Cometimos errores, pero esto es...

SHAITÁN: Los errores se cometen por inexperiencia, incapacidad o ignorancia. Tus estudios te convirtieron en un experto, tus capacidades estaban fuera de discusión, y... siempre supiste perfectamente bien lo que hacías.

MUJER: Danos otra oportunidad.

SHAITÁN: Cada instante fue una oportunidad que despreciaron. Ahora es demasiado tarde.

MARIDO: Sos cruel.

SHAITÁN: (Tomando los expedientes de ambos, escribe en ellos su castigo)  ¿Les parece? Pregúntenlo a las víctimas de sus crueldades. De haber querido, de haber tenido oportunidad o valor, ellos habrían sido crueles. Para suerte de ustedes dos, quienes pudieron serlo, creían en Él. ¡Tontos! (Toca la campanilla, sirve tres copas)

MARIDO: ¿Qué vas a hacer?

SHAITÁN: Todo esto habría sido innecesario, pero es así, no fue mi decisión.  (Entrega una copa de bebida al marido y otra a la mujer.) Bienvenidos. (Levanta la suya y los invita a beber. Marido y mujer se estremecen con la bebida. Los diablitos entran, Shaitán les entrega los expedientes) Acompañen a los señores, perdón, al señor y la señora. (Los diablitos ven el castigo asignado y se ven el uno al otro sorprendidos. El marido intenta decir algo, Shaitán lo detiene con la mirada y le indica el camino hacia el interior del infierno. Salen. Shaitán queda solo, eleva sus ojos “al cielo”  ¿Lo ves? No hay quien lo entienda.  (Un sonido en su terminal de cómputo llama su atención, se dirige a ella, abre y lee el correo entrante. Sonríe. Se levanta y toca de nuevo la campanilla del mostrador. Se sirve y bebe una nueva copa)  ¡Vaya día!  (Entran los diablitos)

DIABLITO: Los huéspedes están instalados… ¡Señor!

SHAITÁN: ¿Qué pasa con ustedes dos?

DIABLITO: No pasa nada.

DIABLITA: Nada.

SHAITÁN: (Seduciendo a la diablita) ¿Nada?

DIABLITA: …nada.

SHAITÁN: (Continua el juego de seducción) ¿Están seguros? ¿Acaso no hay algo que quieran decirme?

DIABLITA: Yo… (Shaitán se detiene, se aparta a escucharla) No se detenga…

DIABLITO: Si, yo, ella y yo… usted… nosotros…

DIABLITA: ¿Por qué nos castiga de esta forma?

DIABLITO: Si, ¿Por qué?

SHAITÁN: (Riendo) ¿De qué hablan?

DIABLITO: Sanmi nos lo ha explicado.

SHAITÁN: ¿Y ustedes han creído lo que les ha dicho?

DIABLITA: Es la única explicación.

DIABLITO: Es por eso que no hemos podido perder nuestra virginidad.

SHAITÁN: (Suelta una gran carcajada) ¿Eso es lo que ella te ha dicho? ¿Creés que ella es virgen?

DIABLITA: Yo nunca…

SHAITÁN: No podés haber olvidado todas esas mañanas, todas las tardes y las noches en que juntos “tocamos el cielo”.

DIABLITA: No es cierto. Ni siquiera lo conocía.

SHAITÁN: (Hablándole al oído y acariciando su pelo) ¿Has olvidado esto?

DIABLITA: Ahora me parece recordar.

DIABLITO: Me engañaste.

SHAITÁN: No es la única que ha mentido.

DIABLITO: Yo nunca…

SHAITÁN: (Seductor) ¿No recordás la primera vez que estuvimos juntos? Me impresionaste, debo admitirlo.

DIABLITA: ¿Sos gay?

DIABLITO: No, eso es mentira.

SHAITÁN: Puedo ser lo que ustedes quieran ver en mí. (Alternando entre la Diablita y el Diablito) Fui tu maestro, tu compañera de clase, tu vecino, la novia de tu mejor amigo. Nunca los obligué a hacer nada que no quisieran. Ustedes me lo pidieron. Es ridículo pero, en teoría, algún día aprenderán a guardarse de la mentira, de la lujuria, de la vanidad…

SAN MIGEL: (Entrando)… de la soberbia.

SHAITÁN: Hermano querido.

SAN MIGUEL: ¿Tú dando lecciones de moral?

SHAITÁN: Una vez más, tengo razón: Nadie es perfecto.

SAN MIGUEL: Él y su creación son perfectas.

SHAITÁN: (A los diablitos) ¿Lo ven? No tienen razón para quejarse. Todo está planeado, no se dejen confundir.

SAN MIGUEL: Esa es tu especialidad.

SHAITÁN: Por favor, preparen afuera el expediente de nuestro nuevo huésped, y lo hacen pasar. (Los diablitos se retiran) ¿Escolta voluntaria o te han escogido para la misión?

SAN MIGUEL: Él quiso asegurarse de que llegara aquí cuanto antes.

SHAITÁN: Les dio problemas ¿no?

SAN MIGUEL: Algunos. ¿Cómo lo sabés?

SHAITÁN: Me lo imagino.

SAN MIGUEL: (Riendo) Si te descuidás podría prenderle fuego a este lugar.

SHAITÁN: No, tengo el lugar perfecto para él. (Prepara tres copas)

SAN MIGUEL: Ni siquiera has visto su expediente.

SHAITÁN: No hace falta, el mismo se encargó de adelantar la entrevista previa.

SAN MIGUEL: ¿Estuvo antes aquí?

SHAITÁN: Ya lo ves, no todo sale como se planea, a veces surge alguien que rompe las reglas. (Entran los diablitos con el Hombre, a quien Shaitán le entrega una copa) Bienvenido, bienvenido a casa. (Los diablitos colocan el expediente en el escritorio de Shaitán y salen. Shaitán toma las otras dos copas y le entrega una a San Miguel. Levanta la suya invitándolos a brindar)

SAN MIGUEL: (Mientras Shaitán y el hombre beben sus copas) Todo está previsto, las cosas marchan como deben. (El hombre no se ha inmutado al beber su trago. San Miguel le entrega su copa al hombre y la bebe también sin inmutarse. Shaitán y el hombre se miran fijamente, mientras San Miguel sale y se cierra el… TELÓN)

 

 

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