Nada Que Hacer
Comedia dramática en un
acto
Escrita Por:
FELIPE ACOSTA
Tegucigalpa M.D.C.,
Honduras C.A.
Septiembre, 2007
Todos los derechos reservados
Se prohíbe su reproducción en
cualquier forma, así como el montaje para representaciones públicas o privadas con
fines comerciales, sin el permiso por
escrito del autor.
Nada Que Hacer
Escrita para el Grupo
Teatral HEMENIGI NIBURENTIÑÜ (Esperanza de los Jóvenes) de la comunidad de
Cusuna, Municipio de Iriona, Colón.
Septiembre 2007
Personajes:
Juan: Un joven del
pueblo.
María: Novia de Juan.
Daniel: Padre de Juan.
Sergia: Madre de Juan.
Erlinda: Madre de
María.
Alberto:
Padre
de María.
Kerolin: Amiga de
María.
Yanina: Amiga de
María.
Cherian: Amiga de
María.
Karina: Enfermera del
Hospital
Doctor
Ochoa:
Médico del Hospital
Efraín: Primo de María
José: Hijo de Juan y
María.
Persona
del público.
Registrada en la oficina
Administrativa de derechos de autor y de los derechos conexos (Dirección
General de Propiedad Intelectual), del Instituto de la Propiedad, bajo bajo el
Número 1058, Tomo 6 Folio 273, Resolución No.525/2009.
ESCENA
I.
JUAN,
MARÍA, DON DANIEL, DOÑA SERGIA, DOÑA ERLINDA, DON ALBERTO, EFRAIN,
KEROLIN, YANINA Y CHERIAN
(
NARRADOR:
Señoras, señores, jóvenes, niños y niñas,
a todas y a todos muy buenos días. Hemos venido a contarles una historia, les
agradecemos que nos estén acompañando y esperamos que lo disfruten. (Van entrando al escenario Juan, María,
Efraín, Don Daniel y Doña Sergia, Doña Erlinda y Don Alberto traen cada uno una
copa.) Todo empezó con una gran fiesta. Resulta que Juan y María estaban
muy enamorados, y entonces… (El narrador
sale.)
DON
DANIEL: Bueno, bueno… su atención por favor…Doña Erlinda y Don Alberto, ¿me
imagino que ya saben por qué estamos aquí? Necesitamos que nos presten unos
cinco mil lempiras para…
DOÑA
SERGIA: (Dándole un codazo a Daniel)
¡Daniel por Dios! ¿No podrías ser serio aunque sea por una vez? (Todos
se ríen.)
DON
DANIEL: Bueno entonces hablando en serio, necesitamos como veinte mil… (Las risas aumentan.) Nosotros venimos porque resulta que Juan
tiene muy buen gusto y se enamoró de la muchacha más linda de la comunidad. (Juan y María se dan un beso.) ¡Bueno
no! En honor a la verdad, María no es la más linda. (Silencio. Sergia le golpea el hombro a Daniel) ¡La más linda la
tengo yo! (Todos ríen y aplauden. Don
Daniel le da un beso a Doña Sergia.) Decía yo que nuestro Juan por fin ha
decidido sentar cabeza y para nosotros es una gran alegría, que tenga la
voluntad de casarse con su hija. Así que… con todo respeto, Doña Erlinda y Don
Alberto, venimos a pedir la mano de su hija María, para que se case con nuestro
Juan. Lo del dinero mejor lo hablamos después. (Todos ríen.)
DON
ALBERTO: Si quiere lo hablamos ya… vea lo más que le puedo prestar son… (Saca unos billetes de su pantalón.)
como 25 lempiras… (Risas.) Pero eso sí…
me los tendría que pagar mañana a las 7 de la mañana… (Risas.) Muchas gracias Don Daniel. Erlinda y yo también nos
sentimos muy contentos de que una persona como Juan, que además ya es profesor
y dentro de poco va a ganar buen pisto para que nos preste… (Risas. Doña Erlinda le da un codazo a don
Alberto.) No, no… estamos seguros de que Juan y María van a hacer un
matrimonio muy feliz… (Aplausos.) Pero
por cualquier cosa, para hoy hemos invitado al más inteligente de la familia… A
nuestro sobrino Efraín, que ya es Abogado y Notario, y quien los va a casar,
así que nos vamos a ahorrar ese pisto. (Risas.)
EFRAÍN:
No les va a salir gratis, pero si les va a salir barato. (Risas.)
DOÑA
ERLINDA: Yo también quiero decirles a ustedes, que nos sentimos muy contentos
de que ahora todos seamos parte de una nueva familia, y a los novios, que sean
muy felices. (Aplausos.)
DOÑA
SERGIA: Su atención, por favor… su atención… Que el novio tiene algo que decir…
(Aplausos.)
JUAN:
Gracias… bueno... quería decirles que…
¡Que miedo! (Risas.) Es que, es la
primera vez que me voy a casar. (Risas.)
DON
DANIEL: Aprovechá ahorita a hacer chistes, que ya cuando estén casados a vos
también te van a dar codazos (Risas. Doña
Sergia le da un codazo.) ¿Ves lo que te digo? (Risas.)
JUAN:
Quiero decirle a María que ella es lo más
importante de mi vida, y como señal de mi compromiso y de mi amor, le quiero
dar este anillo. (Aplausos. María se
acerca, Juan le pone el anillo y le da un beso. Más Aplausos.)
DOÑA
ERLINDA: Pues brindemos por los novios… ¡Salud! (Todos levantan sus copas, brindan y beben. Entra el narrador, los
demás siguen en escena, pero en silencio. Juan y Efraín se adelantan al frente.)
NARRADOR:
Pues ya lo ven… todo era alegría, como
debe ser, lo que faltaba arreglar eran detalles. (Queda en escena.)
JUAN:
Me alegro que sea usted el que nos case.
EFRAIN:
Es un placer.
JUAN:
¿Y qué es lo que hace falta para tener todo
listo?
EFRAÍN:
Tienen que traerme las partidas de nacimiento, y también tendrán que hacerse la
prueba de VIH.
JUAN:
¿Y eso?
EFRAÍN:
Porque la Ley Especial del VIH Sida, exige que todas las personas que van a
contraer matrimonio deben hacerse la prueba del VIH. (Aconsejando) En el Hospital se la podrían hacer.
JUAN:
¿Y eso no lo podemos dejar para después?
EFRAÍN:
No, a menos que quieran casarse hasta después, cuando yo regrese de viaje.
JUAN:
No, no podemos esperar un mes, mejor nos
casamos este fin de semana.
EFRAÍN:
¿Y cuál es la prisa?
JUAN:
Usted no pregunte… (Ambos regresan atrás con el resto de parientes y amigos, y enseguida
todos salen de escena.)
NARRADOR:
La fiesta se extendió hasta tarde, a Don
Daniel se le subieron los tragos, Doña Sergia le pasó dando codazos, y cuando
ya los codazos no le hacían, entonces le daba pellizcos; por último ella
decidió regresar sola a su casa, a esperar a Don Daniel con la escoba en la
mano. Kerolin, Yanina y Cherian, no dejaban de ver el anillo que Juan le regaló
a María, casi llegaron a tener envidia, porque a ninguna de ellas les habían
dado nunca un anillo como ése. (Mientras
el narrador habla, se ubican en el escenario, una mesa con tres sillas donde se
sentarán el doctor, Juan y María.) Juan y María salieron de madrugada para
La Ceiba, como a todos las personas que se van hacer la prueba recibieron la
consejería, donde les explicaron sobre el VIH y sobre la prueba. Tuvieron que
quedarse durmiendo en la ciudad para ir al día siguiente por sus resultados. (El narrador sale de escena.)
ESCENA
II.
JUAN,
MARÍA, KARINA Y EL DOCTOR ARZÚ.
(Los
resultados)
(Por el lateral opuesto a donde está la mesa, entra
una enfermera que cruza la escena.)
JUAN: (Entra
acompañado de María.) ¡Seño!
ENFERMERA:
¿Sí?
JUAN:
Disculpe, venimos por los resultados de
las pruebas del VIH. Los que necesitamos para nuestra boda.
ENFERMERA:
Ah, sí, ustedes son Juan y María. ¿Verdad?
JUAN:
Sí… Juan y María… María y Juan.
ENFERMERA:
Bueno, los resultados ya están, pero como el Doctor les dio la consejería el
también les va a entregar los resultados…
JUAN:
¿No me los podría entregar usted?
ENFERMERA:
No, lo mejor es que se los de, porque él ya los conoce.
MARÍA:
Por favor… mire que nos va a dejar el último bus para regresar a la comunidad,
y mi mamá se va a preocupar.
ENFERMERA:
Me gustaría ayudarlos, pero no puedo. De todas maneras no creo que el doctor
tarde mucho, pasen, siéntense allí y espérenlo.
JUAN:
Bueno, muchas gracias de todos modos.
ENFERMERA:
Si lo veo por allí, le aviso que ustedes la están esperando aquí en su clínica.
MARÍA:
Gracias, es usted muy amable. (La
enfermera sale.)
JUAN:
De todas maneras vamos a perder el bus… y
no va a ser culpa nuestra. Y así vamos a poder pasar otra noche juntos.
MARÍA:
Sí, pero mi mamá se va a enojar conmigo.
JUAN:
No te preocupés, solo le enseñás el
anillo y se le va a pasar rapidito. (Los
dos ríen.)
MARÍA:
Sos malo, mi amor…
JUAN:
No tanto, mi vida…
DOCTOR:
(Entrando.) Buenas tardes.
JUAN
Y MARÍA: Buenas tardes.
DOCTOR:
Hola, ¿cómo están Juan y María?
JUAN: (NERVIOSO) Muy bien Doctor Ochoa….aquí
esperándolo...
DOCTOR:
Ah… Muy bien… Bueno Juan y María…. ¿siempre quieren recibir juntos los
resultados?
MARÍA:
Si Doctor, mejor juntos.
DOCTOR:
Bueno, ¿recuerdan lo que les expliqué en la consejería?
JUAN: Sí.
MARÍA:
¿Por qué nos pregunta eso doctor?
DOCTOR:
Porque es muy importante que tengan presente la información que les di sobre
las cosas que se pueden hacer dependiendo del resultado de la prueba.
MARÍA:
Nos dijo que si los resultados salen positivos, hay muchas cosas que podemos
hacer para cuidarnos, para sentirnos mejor y seguir adelante con nuestras
vidas.
DOCTOR:
Pues precisamente de eso es que quiero platicar con ustedes.
MARÍA:
¿Qué… qué quiere decir?
DOCTOR:
Bueno... que los resultados salieron positivos… (Atento.) Ambos están infectados con el VIH. (Pausa.)
JUAN:
No… no… tiene que ser un error. (Mientras María se echa a llorar.)
DOCTOR:
Comprendo como se sienten, pero estos resultados ya son confirmados.
MARÍA:
Pueden haber confundido los exámenes…
DOCTOR:
No. Somos muy rigurosos en esto, eso se lo puedo asegurar…
JUAN:
O algún problema en la máquina, doctor,
algo, algo que pudo haber confundido los resultados…
DOCTOR:
No Juan, estos resultados ya han pasado por todo el proceso y no pueden haber
errores.
MARÍA:
(Un poco más calmada.) ¿Pueden
repetirnos el examen, doctor?
DOCTOR:
Ustedes están en derecho de pedir que se les haga otra vez la prueba… Sin
embargo…
JUAN:
(Muy
molesto.) Yo le repito doctor, que se debe tratar de un error. Así que le
exijo que nos vuelvan a hacer las pruebas. (Pausa.)
DOCTOR:
Es normal que se sientan así… nadie quisiera estar infectado con el VIH… ahora
podemos hablar sobre lo que tienen que hacer de hoy en adelante… (La sesión con el Doctor continúa sin que
los actores hablen en voz alta, entra el
Narrador.)
NARRADOR:
El doctor estaba seguro de que el
resultado era correcto. Juan parecía estar seguro de lo contrario. María por su
parte estaba totalmente confundida, quería creer que Juan tenía razón, pero su
corazón latía con fuerza. Lo peor no era según María, que Juan y ella estaban
infectados con el VIH, sino… su estado… (Hace
un semicírculo sobre su abdomen, indicando la barriga de una mujer embarazada.)
Sabía que en unos 7 meses sería madre, conocía de los riesgos y le aterrorizaba
la idea de que su hijo naciera infectado. (Juan,
María y el doctor salen de escena.) No obstante que el doctor intentó
convencerlos, Juan decidió repetir la prueba en un laboratorio privado. Esa fue
la noche más larga de sus vidas; el hambre, la conversación y el sueño fueron
las cosas que más les faltaron. Fueron los primeros en llegar al laboratorio.
Esas horas entre la toma de la muestra y el resultado, también parecieron
eternas. Cuando Juan abrió el sobre, a María le bastó ver su cara para saber el
resultado. Juan se puso como loco, salió a la calle. María lo siguió por
cuadras enteras, hasta que por fin se detuvo en un puente. Por su mente cruzaba
la idea de saltar… María lo tomó del brazo, él la apartó violentamente. Por un
momento parecía que el mundo a su alrededor no existía. (Juan y María entran a escena.) Juan comenzó a respirar muy
profundo, María tenía mucho miedo, pero… tenía que hablar con él, y ni siquiera
sabía que decir. (Sale.)
ESCENA
III.
JUAN
Y MARÍA
(El
abandono)
MARÍA:
(Acercándose.) Juan…
JUAN:
(Apartándose.)
No me toqués…
MARÍA:
(Intenta acercarse de nuevo.) Pero
Juan…
JUAN:
(Violento.)
¡Dije que no me toqués!
MARÍA:
¡Esta bien! Solo escucháme… Yo sé que esto es…
JUAN:
Es una…
MARÍA:
Juan… no hagás una tontería…
JUAN:
¿Tontería? Andáte de aquí… Dejáme solo…
MARÍA:
Juan por favor… de todas formas vamos a casarnos…
JUAN:
No. No me quiero casar con vos. No me
quiero casar con nadie. ¿Me entendés? Andáte de aquí.
MARÍA:
Juan…
JUAN:
(Violento)
¡Que te vayás, te digo! (María sale
corriendo. Juan queda por un instante,
casi convulsionando. Entra el Narrador.)
NARRADOR:
Juan prácticamente se volvió loco. María
corrió sin saber hacia adonde iba. Se sentó a llorar frente a la primera
iglesia que encontró en el camino. Estuvo allí por mucho tiempo, hasta que
alguien le aviso a las religiosas que vivían en la casa cural. Ellas la
llevaron al interior, la cuidaron toda la noche, María solo lloraba sin poder
hablar, hasta que el cansancio la venció y se durmió, teniendo sobresaltos
ocasionales, que mantuvieron preocupada a la religiosa que se quedó con ella.
Por la mañana, una de las monjas sostuvo una verdadera lucha para convencerla
de probar un sorbo de té. Después de muchas horas y no menos oraciones y velas
encendidas, por fin las cosas se aclararon para las religiosas, quienes
recuperaron sus pertenencias del hotel en que se había hospedado y la llevaron
a la estación del bus, acompañándola hasta que partió hacia la comunidad. (Entran Erlinda y Alberto. Erlinda se ve muy
preocupada, camina sobre un mismo espacio sin detenerse un instante mientras
toma una taza de té; también Alberto está preocupado, pero lo disimula leyendo
un periódico.) Por suerte, pensaba ella, le quedaba el refugio de su casa y
los brazos de su madre; ella le ayudaría con el embarazo, el parto, el niño…
ESCENA
IV.
MARÍA,
ERLINDA Y ALBERTO.
(Sola,
solita, sola)
DON
ALBERTO: Ya, mujer, sentáte.
DOÑA
ERLINDA: No puedo sentarme…
DON
ALBERTO: Por lo menos caminá por otra parte, vas a hacer una zanja de tanto
pasar por el mismo lugar.
DOÑA
ERLINDA: ¿Cómo podés estar tan tranquilo?
DON
ALBERTO: ¿Te parece que estoy tranquilo? Pues no estoy tranquilo… pero por
ahora no hay nada que pueda hacer…
DOÑA
ERLINDA: Podrías…
DON
ALBERTO: ¿Qué? Ya llamé a Efraín, él anda haciendo las averiguaciones, cuando
sepa algo nos va a llamar.
DOÑA
ERLINDA: Pues deberías ir a esperar su llamada.
DON
ALBERTO: Doña Marta va a mandar corriendo a uno de sus hijos si Efraín llama.
¿Querés detenerte de una vez, mujer? (Doña
Erlinda se detiene. Pausa.)
DOÑA
ERLINDA: (Comienza a caminar de nuevo.) ¡No
puedo!
MARÍA:
(Entrando.) ¡Mamá!
DOÑA
ERLINDA: (Corre a abrazarla, Don Alberto
se levanta de su silla y la acerca para que María se siente en ella.)
¡Hija... hija! ¡Mi hija! Sentáte… ¿Estás bien? ¿Estás herida? ¿Golpeada?
MARÍA:
(En un suspiro) No…
DOÑA
ERLINDA: (Ofreciéndole la taza del té que
ella estaba tomando.) Tomá... tomá un poco de té, ya te voy a preparar más…
(María toma un poco.)
MARÍA:
Gracias… Gracias mamá.
DOÑA
ERLINDA: ¡Por Dios Santo! ¿Qué pasó? (María
no contesta.) Don Daniel y Doña Sergia también están muy preocupados. ¿En
dónde está Juan? ¿Por qué no estaban en el hotel? Los hemos llamado un millón
de veces. Efraín fue a buscarlos. ¿En dónde se habían metido? ¿Los asaltaron?
¿Los habían secuestrado? ¿Qué pasó? ¿Por qué no llamaron?
DON
ALBERTO: ¡Erlinda! (Erlinda está por
hacer otra pregunta.) ¡shhhh! ¡Erlinda!
DOÑA
ERLINDA: ¿Qué?
DON
ALBERTO: Tal vez, si hicieras las preguntas de una en una, ella podría
contestarlas. A ver… dejáme a mí. (Pausa.)
A ver. María… ¿En dónde está Juan?
MARÍA:
No sé…
DON
ALBERTO: (A Doña Erlinda.) Ahhh. ¿Lo
ves? Ehhh (A María) ¿Cómo que no sabés?
MARÍA:
No sé, me pidió que me fuera.
DOÑA
ERLINDA: Pero… ¿Porqué? Si van a casarse.
MARÍA:
(Mientras también niega con la cabeza.)
¡No! ¡Ya no nos vamos a casar!
DOÑA
ERLINDA: ¿Cómo que no?
DON
ALBERTO: ¿Pero por qué? ¿Qué pasó?
MARÍA:
(Sollozando.) Tengo VIH.
DON
ALBERTO: ¿Qué... qué?
MARÍA:
Los dos… los resultados fueron positivos…
DON
ALBERTO: (Enojado.) ¿Pero cómo?
¿Acaso ustedes dos…?
DOÑA
ERLINDA: ¡Alberto, calmáte, hombre!
MARÍA:
Y además estoy embarazada.
DON
ALBERTO: ¿Qué... qué... qué?
MARÍA:
Sí, estoy embarazada, voy a tener un bebé… y…
DON
ALBERTO: (Furioso. Comienza a quitarse la
faja del pantalón.) ¡Sos una desvergonzada y mal agradecida!
DOÑA
ERLINDA: (Poniéndose en el medio.)
¡Alberto, no! ¡Por Dios!
DON
ALBERTO: ¿Qué, no la oíste? Es una cualquiera, una vergüenza para…
MARÍA:
Voy a tener un bebé… (Se arrodilla.
Alberto intenta golpearla)
DOÑA
ERLINDA: (Deteniendo a Alberto.) ¡No! ¡¿Qué vas a hacer?!
DON
ALBERTO: ¡Fuera de esta casa!
DOÑA
ERLINDA: ¡No, Alberto, no, hombre!
DON
ALBERTO: ¡Fuera!
DOÑA
ERLINDA: ¡Escuchame, Alberto, escuchame por el amor de Dios!
DON
ALBERTO: ¿No querés que se vaya?
DOÑA
ERLINDA: ¡No, tené calma hombre, con eso no arreglás nada!
DON
ALBERTO: (Amenazante.) ¡Entonces
andáte con ella! ¡Fuera las dos! ¡No voy a permitir estas cosas en mi casa!
DOÑA
ERLINDA: (Tratando de frenar a Alberto, y
ayudando a su hija a levantarse.) ¡Ya! ¡Ya! ¡Por Dios! ¡Estás loco!
DON
ALBERTO: Sí, sí… ¡fuera...! ¡Váyanse de aquí, las dos! (Va siguiéndolas hasta que salen de escena. Entra el Narrador.)
NARRADOR:
Parecía que María había agotado su fuente
de lágrimas el día anterior, a pesar de los gritos y los insultos, ella se
mostraba en una especie de trance, sin poder llorar como cualquier otra persona
lo habría hecho en su lugar. Sólo le quedaba el refugio de los brazos de su
madre. Doña Erlinda consiguió que Cherian, amiga de María, le diera posada por
esa noche; mientras ella regresó con Don Alberto para hacerlo entrar en razón,
convencerlo de que debían proteger a su hija, sin importar lo que hubiera
pasado. (Entran Yanina, Kerolin y
Cherian, se instalan en la mesa a tomar café con pan y conversar.) A la
mañana siguiente, Cherian ya había reunido a Yanina y Kerolin, y las había
puesto al tanto de lo poco que sabía, incluso había inventado complicadas y
posibles historias, las tres hacían suposiciones, algunas absurdas, sobre cómo
se habría infectado con el VIH José, incluso llegaron a pensar, sino habría
sido María la primera en infectarse. Envueltas en esa plática estaban cuando… (Sale.)
ESCENA
V.
MARÍA,
KEROLIN, YANINA Y CHERIAN
(Entre
Amigas)
MARÍA:
Buenos días.
CHERIAN:
(Levantándose de la mesa, va hacia ella,
parece que va a abrazarla, pero apenas le pasa el brazo por la espalda) Amiga.
¿Dormiste bien?
MARÍA:
No sé, creo que dormí un poco, por ratos…
KEROLIN:
(Evitando abrazarla, le da unas
palmaditas en la espalda) Ay, María, que pena, no sabés cuanto siento que
esto te esté pasando.
MARÍA:
Gracias, Kerolin.
YANINA:
(Le toma la mano, evitando acercarse
mucho.) Ya sabés que podés contar conmigo, para lo que sea.
MARÍA:
Yo sé, Yanina. Y Gracias, Cherian, por dejarme dormir aquí en tu casa.
CHERIAN:
No hay problema, no tenés que agradecérmelo.
MARÍA:
¿Y los niños?
CHERIAN:
Ya se fueron a la escuela. Vení, sentáte… ¿Querés café o té?
MARÍA:
Si ya lo tenés hecho, el café estará bien, gracias. (Cherian le sirve una taza de café.)
KEROLIN:
¡Qué tremendo…! ¿Cómo fue que…?
MARÍA:
No lo sé… nunca pude hablar con José, no quiso explicar nada, sólo… (Se interrumpe, habrá en ella a lo largo de
la escena un llanto contenido.)
YANINA:
Sí, es… debe ser difícil explicarlo, cuando la noticia te llega así de repente…
KEROLIN:
¿Quién se lo hubiera imaginado?
CHERIAN:
Si, es que uno los ve por fuera… Tan bien vestidos, tan sonrientes… Y claro no
se nota que están…
YANINA:
Tampoco se les nota por dentro.
KEROLIN:
¿Cómo?
YANINA:
Les quitas la ropa, los ponés allí desnuditos y tampoco se les nota. (Ríe.)
KEROLIN:
Aun viéndolos desnudos, seguís viéndolos por fuera.
CHERIAN:
Estoy hablando de verlos en su interior, de saber lo que piensan, lo que
sienten, de saber qué hay en su corazón…
YANINA:
Ah, bueno, pero para eso… habría que matarlos, y después con un cuchillo,
sacárselo para verlo. (Ríe.)
CHERIAN:
¿Cómo podés hacer chistes tan malos? No estás viendo que…
YANINA:
Ay, bueno, si ya sé, que esto es serio… pero bueno… tampoco hay que perder el
sentido del humor.
KEROLIN:
Pues querida, vos deberías sacarte el sentido del humor y revisarlo, porque
parece que no anda bien… (Cherian y Kerolin se ríen. Hay una pausa
incómoda. Yanina se levanta a servirse más café.)
YANINA:
(Mientras se sirve lo último que queda en
el termo.) ¿Alguien quiere más? (Ninguna
contesta.) ¡Qué suerte! Porque ya no queda más…
MARÍA:
¿Y mi mamá?
CHERIAN:
Todavía no ha regresado… ya vendrá…
MARÍA:
Sí… Eso… (Pausa)
KEROLIN:
María, ¿Y es cierto que estás… esperando bebé? (María asiente con la cabeza.)
YANINA:
Eso tampoco se notaba por fuera. (Cherian
la reprende.) ¡Ah!
CHERIAN:
¿Y no te da miedo?
MARÍA:
Hay muchas madres… solteras. No…
CHERIAN:
Bueno, no es por eso, sino más bien…
KEROLIN:
Sabés que tu bebé puede nacer… bueno,
vos sabés… con el virus.
MARÍA:
Sí… lo sé, pero…
YANINA:
¿Y no has pensado en…? Vos sabés que hay una señora que te puede ayudar a que…
¿Ah? Tal vez sería lo mejor para…
CHERIAN:
(Molesta.) ¡Yanina! Creo que te estás
pasando con…
YANINA:
(Seria.) Lo estoy diciendo en serio. (Pausa.)
KEROLIN:
(A María.) Tal vez deberías pensarlo…
MARÍA:
No… eso no es una… solución. Yo no podría…
YANINA:
Pero María, pensá que es por…
CHERIAN:
¡Ya basta! Creo que este no es el mejor momento para hablar de eso.
MARÍA:
(Levantándose.) Con permiso… tengo
que ir al…
CHERIAN:
Sí, claro… (María sale.)
KEROLIN:
¡Pobre! Bueno, yo tengo que irme, tengo mucho que hacer en la casa…
YANINA:
Yo también me voy… Estoy esperando una llamada de los Estados.
CHERIAN:
Bueno, que les vaya bien. (Se despiden de
abrazo y beso.)
KEROLIN:
Adiós.
YANINA:
Adiós, y suerte con… (Salen. Entra el
Narrador. Cherian recoge la cafetera y las tazas. Sale.)
NARRADOR:
Más tarde, esa misma mañana, un niño
llevó una nota a María. Al terminar de leerla, resbaló una sola lágrima por su
mejilla, pero su corazón seguía partiéndose en mil pedazos. Era de su madre… en
resumen decía que: “NO HAY NADA QUE HACER”. Don Alberto tenía más poder de
convencimiento que Doña Erlinda. Aunque sus padres seguían vivos, ella se había
convertido en una huérfana. Los siguientes días no fueron menos terribles;
aunque Cherian no se lo dijo con palabras, le hizo sentir que no era bienvenida
en casa. Hacia lo imposible para que sus hijos no se le acercaran, sabía que su
esposo pondría el grito en el cielo, si se diera cuenta que en su casa había
alguien viviendo con VIH. Ella misma se mostraba esquiva, le tenía platos, un
vaso, una taza y cubiertos que no mezclaba con los demás. El resto de sus
amigas también se esfumaron como por arte de magia. María había quedado sola,
solita, sola. Por eso, cuando tres días después, Efraín se apareció frente a la
casa de Cherian, María sintió que el cielo le había enviado un ángel. Su primo
la llevó a su casa, él y su esposa Dora, la hicieron parte de su familia y le
dieron las atenciones necesarias para prepararla al alumbramiento de su bebé.
El temor de que su hijo naciera infectado con VIH era la cosa que más ocupaba
su mente.
(Entra María cargando a su niño de 3 meses). El pequeño José acababa de cumplir los tres meses, ese tiempo de espera
del resultado del examen se hacía eterno… le recordaba la angustia de aquella
vez…
ESCENA
VI.
MARÍA;
LA ENFERMERA Y EL DOCTOR
(Nació
José)
MARÍA:
(Se pasea
por el espacio.) Hola, José… ¿Cómo está mi bebé? (Le canta, más bien le susurra una canción.)
ENFERMERA:
(Entrando.) ¿Cómo están? ¿Qué tal se
porta el pequeño José?
MARÍA:
Muy bien… (Impaciente.) ¿Ya… está el
resultado? ¿Cuál fue?
ENFERMERA:
Tranquila… tranquila. Creo que sí, el doctor vendrá en un momento.
MARÍA:
Usted sabe… Como aquella vez… usted lo sabe. ¡Dígame la verdad!
ENFERMERA:
Cálmese, María… Va a poner nervioso a José.
MARÍA:
Perdón, pero es que…
ENFERMERA:
Shhhh. (María agacha la cabeza. La
enfermera le toma la cara en sus manos.) Escuche, no pierda ahora la fe que
ha tenido en todos estos meses. Siga cantándole, oír a su madre contenta es
algo que a los bebés les gusta mucho, aunque no puedan decirlo. (Sale. María queda quieta un instante y
luego continúa paseándose mientras le canta a José.)
DOCTOR:
(Entra en silencio, María no se percata
de su presencia y él la observa, parece que no quisiera interrumpir ese
momento. Entra también la enfermera, se ven con el doctor que asiente con la cabeza. Pausa.) Buenos
días, María.
MARÍA:
(Se sobresalta, parece apretar al niño
con más fuerza sobre su pecho. Pausa.) Buenos… ¿Son buenos…? ¿De verdad son
buenos, doctor?
DOCTOR:
(Se acerca. Acaricia al bebé) Sí
María, son buenos. El bebé está bien.
(María cierra sus ojos, adopta una actitud de oración.) Y la felicito, por
seguir el tratamiento tal como se lo dijimos. (María comienza a llorar.) ¿Y por qué llora?
MARÍA:
Porque yo no podría estar más feliz… (La
enfermera se acerca a María y también comienza a llorar.)
DOCTOR:
¿Y usted porqué llora?
ENFERMERA:
Es que… también estoy muy feliz… (El
doctor le da una palmadita en el hombro,
sonríe y sale. Las dos mujeres quedan quietas y calladas por un instante. La
enfermera guía a María hacia fuera, mientras entra el Narrador.)
NARRADOR:
Hacía muchos meses que María no lloraba,
y esta vez lloraba de alegría, algo que tampoco experimentaba hace mucho
tiempo. (Alegre.) María se daba por
entero a su hijo, su primo Efraín fue en efecto su ángel de la guarda, además
de hospedarla en un pequeño apartamento contiguo a su casa, Dora, su esposa, le
consiguió un empleo de medio tiempo que le permitía sostenerse con bastante
independencia. Cuando José entró al jardín de niños, María consiguió un trabajo
aún mejor; la vida había vuelto a sonreírle. (Poniéndose serio.) Pero no por mucho tiempo. Cuando nadie lo
esperaba, enfermó gravemente, Efraín, Dora, el doctor Ochoa, Karina la
enfermera, entre otros, hicieron todo lo que estaba a su alcance y aún más; sin
embargo… Ella tuvo que partir. Ya saben a ese viaje del que no hay retorno.
Efraín, por supuesto avisó a Doña Erlinda y Don Alberto, estos solo llegaron a
la misa de fin de novenario. (Entran
Erlinda y Alberto, Erlinda arregla la mesa para almorzar y Alberto lee un periódico.) Efraín no era capaz de
entenderlos, pero no quiso discutir el asunto. Les hizo saber que Dora y él
iban a hacerse cargo de José, que no tenían de que preocuparse… Y así fue hasta
que un día…
ESCENA
VII.
EFRAIN,
DORA, ERLINDA Y ALBERTO
(¿Qué
será de José?)
DON
ALBERTO: No sé adonde vamos a ir a parar… Todo es un desastre, apenas una buena
noticia por 10 o 12 malas.
DOÑA
ERLINDA: ¿Te sirvo ya el almuerzo?
DON
ALBERTO: Hay cosas que nunca voy a entender.
DOÑA
ERLINDA: ¿Querés que te ponga el arroz en la sopa?
DON
ALBERTO: Hasta en el fútbol pasa lo mismo.
DOÑA
ERLINDA: ¿O te lo sirvo aparte?
DON
ALBERTO: Parece que nunca vamos a ir a otro mundial.
DOÑA
ERLINDA: ¿Vas a querer tomar algo?
DON
ALBERTO: Y si es por el lado de la economía... ¿Ya viste lo que va a costar
ahora el quintal de harina?
DOÑA
ERLINDA: Hice fresco de naranja agria.
DON
ALBERTO: Golpearon a tres mujeres en el desalojo de una carretera, dice que una
está grave. Y no se sabe como fue la cosa…
DOÑA
ERLINDA: Pero vas a tener que ir a la pulpería, no hay nadita de azúcar.
DON
ALBERTO: La policía dice que fueron los huelguistas, y los huelguistas dicen
que fue la policía.
EFRAÍN:
(Asomándose.) Buenos días, o buenas
tardes…
DOÑA
ERLINDA:(Reprimiendo la alegría que le
provoca verlo) ¡Efraín, hola! (Lo
abraza sin mucho entusiasmo.)
DON
ALBERTO: (Serio. Sin moverse de su silla.)
¿Qué tal Efraín? (Erlinda se asoma al
exterior, esperando ver a Dora y especialmente a José.)
EFRAÍN:
Pues por aquí, ya lo ve. (Se acerca al
tío Alberto y le extiende su mano.) Hace tiempo que no me cruzaba por la
comunidad.
DON
ALBERTO: ¿Ah, sí? (Dándole la mano como
que si nada.)
DOÑA
ERLINDA: Pero vení, sentáte. ¿Querés un poco de fresco? Ay, no, si no tengo
azúcar. Pero si querés voy a comprarla en una carrerita.
EFRAIN:
No tía, no se preocupe, un poquito de agua estará bien.
DOÑA
ERLINDA: No, si no es que me preocupe. Es de naranja agria, así que sin azúcar
es bastante ácido. No me tardo nada.
EFRAIN:
Tía, de verdad que no hace falta, no es necesario que se moleste.
DOÑA
ERLINDA: Pero muchacho, si no es molestia…
DON
ALBERTO: Ya mujer, parecés gallina culeca. Si ya te dijo que no, servíle el
agua y punto. (Hay una pausa incómoda
para Erlinda y Efraín, Alberto sigue metido en el periódico.)
DOÑA
ERLINDA: (Va y trae un vaso con agua.)
¿Y que te trae por la comunidad?
EFRAÍN:
Es porque tengo que salir de viaje. Fuera del país.
DON
ALBERTO: ¿Y veníste a despedirte? Qué amable. Buen viaje, sobrino.
DOÑA
ERLINDA: ¿Y cuándo regresás?
EFRAÍN:
Ese es el problema… Voy a estar fuera por lo menos dos años, quizá tres. Dora y
yo vamos a tomar una maestría. Es una oportunidad que no se nos va a presentar
de nuevo, no podemos desaprovecharla.
DON
ALBERTO: ¡Hombre, felicidades! Si de eso se trata, todavía no veo dónde está el
problema.
EFRAÍN:
El problema es que no puedo llevarme a José.
DON
ALBERTO: ¡José! Ése… sigue siendo un problema.
EFRAIN:
No tío, el problema no es José, el problema es que no puedo llevarlo.
DOÑA
ERLINDA: ¿Pero por qué?
EFRAÍN:
Legalmente yo no tengo la patria potestad, así que no puedo sacarlo del país.
Ustedes dos son los parientes más cercanos, pero arreglar los papeles tomaría
más tiempo del que yo puedo quedarme. Adoptarlo, que es lo que verdaderamente
quisiera hacer, toma más tiempo todavía.
DOÑA
ERLINDA: ¿Y qué podríamos hacer nosotros?
DON
ALBERTO: ¡Nada!
EFRAÍN:
Los papás de Juan se divorciaron, Doña Sergia vive en la casa de una de sus
hijas en condiciones que no le permitirían criar a José. Don Daniel a duras
penas puede cuidar de sí mismo. Lo último que supe de Juan es que andaba en la
calle, alcohólico, probablemente ya esté muerto.
DON
ALBERTO: (Burlón.) ¡Qué pena!
DOÑA
ERLINDA: ¡Virgen Santísima!
EFRAÍN:
La penúltima solución sería dejarlo en un hogar de huérfanos.
DON
ALBERTO: Amén.
DOÑA
ERLINDA: ¿Y la última?
EFRAÍN:
Es que venga a vivir con ustedes. (Don
Alberto suelta por fin el periódico.) Cuando yo regrese de viaje, el podrá
volver con nosotros.
DON
ALBERTO: ¡Aquí no hay quien te pueda ayudar! Buen viaje, sobrino.
EFRAÍN:
¡Es tu nieto!
DON
ALBERTO: Yo no tengo hijas, ni nietos…
DOÑA
ERLINDA: ¡Traélo!
DON
ALBERTO: ¡¿Qué, no me oíste?!
DOÑA
ERLINDA: Traélo conmigo.
DON
ALBERTO: ¡Ese niño es fruto de…!
DOÑA
ERLINDA: (Súbitamente decidida.) Ese
niño es fruto del vientre de mi hija, que es fruto de mi vientre, ¡y eso me
basta!
DON
ALBERTO: ¡Estas loca si creés que yo…!
DOÑA
ERLINDA: ¡No, no estoy loca! Estuve loca cuando permití que alejaras a María de
mi lado. Estuve loca al abandonarla cuando más me necesitaba. Estuve loca por
someterme a tus caprichos, por creer que me eras necesario. ¿Quién sos vos para
arrojar la primera piedra? Ya arrojaste bastantes, y no sos digno de hacerlo.
Ahora siento que recobro la vista y la mente. Si no querés vivir con tu nieto,
sos vos quien debe irse. (Alberto va a
decir algo, Erlinda no se lo permite.) No, no… no digás nada, siempre has
hablado más de la cuenta. Ya estoy vieja, pero tengo fuerzas y suficiente amor
para trabajar y sé bien que podré sacar adelante a mi nieto el tiempo que sea
necesario. Y para eso: No te necesito. (Pausa
larguísima. Alberto piensa… y por fin decide… salir. Erlinda abraza a Efraín.) ¡Traélo!,
traélo conmigo… con su abuela. (Entra el
narrador, momentos después salen Erlinda y Efraín.)
NARRADOR:
Efraín estaba muy sorprendido, pero al
mismo tiempo muy contento de haber tomado la decisión de ir a visitar a sus
tíos. Ahora podía estar seguro de que José quedaba en buenas manos. Don Alberto
estuvo fuera de la casa por cinco días, en ellos bebió más alcohol del que
había tomado en los últimos 20 años, por momentos peleaba con todos en el
pueblo, en otros momentos se dedicaba a llorar. Dicen que una madrugada lo
vieron solo en la playa, pero que el parecía conversar con una o varias
personas. Algunas de las ancianas de la comunidad dicen que eran sus ancestros,
otros dicen que eran Dios y el Diablo, hay quien dice que era tan solo una
alucinación por las borracheras. El nunca ha querido decir nada sobre ese
misterioso encuentro. Lo cierto es que después de eso regresó a su casa, le
pidió perdón a Doña Erlinda. Ella pudo ver en sus ojos que Don Alberto era
sincero, así que lo recibió sin necesidad de ponerle condiciones y tuvo razón
al hacerlo. La cercanía que volvieron a tener con las cosas de la escuela y los
niños y jóvenes los llevó a interesarse en el asunto del VIH-SIDA. Pudieron
darse cuenta de sus errores y prejuicios, y decidieron sumarse como voluntarios
a una organización que trabajaba dando información y conocimiento para luchar
contra la discriminación, algo que ellos conocían muy bien. (Entran Doña Erlinda, Don Alberto, Karina y
el doctor Ochoa.) Estaban seguros de que era una forma de honrar la memoria
de su hija, de evitar que otras personas sufrieran lo que ella vivió.
ESCENA
VIII.
DOÑA
ERLINDA, DON ALBERTO, KARINA LA ENFERMERA Y EL DOCTOR OCHOA.
(Un
Nuevo Trabajo)
DOCTOR:
De verdad que ha sido un gusto conocerlos. Pocas personas de su edad se
muestran tan interesadas y dedicadas en este esfuerzo.
DOÑA
ERLINDA: Muchas gracias doctor.
ENFERMERA:
Ustedes sacaron las mejores notas en el entrenamiento.
DOCTOR:
Estoy segura de que harán un gran trabajo en el campo.
DON
ALBERTO: De lo que si puede estar segura, es de qué haremos nuestro mejor
esfuerzo.
ENFERMERA: A veces se van a encontrar con gente
cerrada y terca, pero no hay que dejarse vencer.
DOÑA
ERLINDA: Sí, lo sabremos nosotros.
DON
ALBERTO: Por propia experiencia.
DOCTOR:
¿De verdad? Cuéntenos.
DOÑA
ERLINDA: No… es una larga historia.
ENFERMERA:
A ver… un resumen…
DON
ALBERTO: (Dudándolo un poco.) Hace
unos 10 años… nuestra hija descubrió que vivía con VIH.
DOÑA
ERLINDA: Las personas más importantes en su vida… la abandonamos…
DON
ALBERTO: A pesar de eso, tuvo un niño hermoso, en este mismo hospital… (El doctor
y Karina, la enfermera se ven el
uno a la otra.)
DOÑA
ERLINDA: Fue en un mes de septiembre.
DOCTOR:
¿Septiembre?
DOÑA
ERLINDA: Sí, es un mes muy bonito, llueve mucho pero es un lindo mes…
DON
ALBERTO: Diez años después ella murió. (El
doctor y la Enfermera vuelven a verse el uno a la otra, sus ojos parecen
iluminarse.)
ENFERMERA:
Por casualidad ella se llamaba… María.
DOÑA
ERLINDA: Si, pero no por casualidad, ése era el nombre de mi madre.
DOCTOR:
Y al niño lo bautizaron como… José
DON
ALBERTO: Sí… (Pausa) ¿Los conocieron?
ENFERMERA: Más que eso, don Alberto.
DOCTOR:
Gracias a ellos, nosotros nos enamoramos y nos casamos.
DOÑA
ERLINDA: Pero. ¿Cómo?
ENFERMERA: Es una larga historia…
DON
ALBERTO: A ver… un resumen… (Todos ríen y
comienzan a salir. Entra el Narrador.)
ESCENA
IX.
JOSE
(¿Y
qué pasó con José?)
NARRADOR:
Y esa es la historia de cómo dos personas
pudieron pasar de ser jueces que condenaron a su propia hija, a gentes
maravillosas que se dedicaron a ayudar a otras personas que viven con VIH o con
SIDA, y a sus familias y amigos. Y a los jóvenes y a las niñas y niños para que
todos juntos podamos vencer este gran mal. Muchas gracias.
PERSONA
DEL PÚBLICO: ¿Y qué pasó con José?
NARRADOR:
¿Cómo dice?
PERSONA
DEL PÚBLICO: Qué... ¿Qué pasó con José?
NARRADOR:
Ahhh, con José. Bueno, pues, José siguió
estudiando, hasta hacerse maestro. Después, gracias a sus tíos Efraín y Dora,
pudo seguir estudiando en la universidad. Ya casi se va a graduar de Licenciado
en Trabajo Social, pero durante sus tiempo libre se dedica a hacer teatro. Si,
él dice que así puede también ayudar a la gente. De hecho, José está aquí, y
está muy contento por la atención que ustedes han puesto mientras contamos esta
historia, y convencido de que no es cierto eso de que: “No hay Nada Que Hacer”.
Y estoy seguro de esto que digo, porque, (Comienzan
a entrar los demás actores.) yo soy José, y junto con mis compañeros del
Grupo Teatral ________________, queremos decirles que: Es cierto que a veces la
vida se nos pone difícil, pero gracias a esa gente que amamos y que nos ama…
Siempre vale la pena, vale la pena vivir.
ESCENA
X
TODOS
(Vale
Uno de los actores se coloca al frente y suena un
caracol, luego comienzan a sonar tambores,
todos bailan y cantan la canción final:
VALE
POR
LOS QUE AMAMOS Y NOS AMAN
VAMOS
A VENCER EL VIRUS QUE NOS ATACA
VALE
POR
QUE TE QUIERO, POR QUE ME QUIERES
VAMOS
A VENCER LA IGNORANCIA
QUE
NOS ARRANCA
FIN
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